A VECES, puede ser que a menudo, incluso, tienes ganas de vaciar tu mochila, de viajar sin peso, dejar el fardo a un lado. Un fardo que hasta vacío te pesa una eternidad. Quizá porque te mantiene con los pies en el suelo, cuando en realidad quieres ponerlos en polvorosa. Y mandarte a mudar. Con la bolsa vacía, que no deja de ser pesada aunque en ella no haya casi nada o nada, que viene siendo lo mismo. Que es casi igual. Te imaginas sin ataduras, sin contar excusas o dar explicaciones. Solo tú y tus circunstancias, sean las que sean.

A menudo te imagino viajando en uno de esos viajes de una canción de Fangoria. Sin dar los buenos días o las buenas noches. Sin una mano que te acaricie la espalda o que apague la lámpara de tu mesilla de noche. Sin un lado de la cama. Porque crees que ya no surgen los fantasmas. Y que la oscuridad está llena de cíclopes y lestrigones, como en la Ítaca de Kavafis, a la que me gusta volver cada tanto. Un viaje en el que lo importante sea el viaje y no los recovecos. O las paradas. O los caminantes.

Una conversación me hizo recordar que yo fui tú en algún momento. Más o menos reciente. Ya menos, quizá. En el que la ausencia de pesos o de fardos daba una buena oportunidad para escapar. Para entrar en el anonimato de los cíclopes y lestrigones. De ese del que hablaba el poeta, que era la ausencia de cualquiera.

Y, sin embargo, el tiempo acabó con la necesidad de vaciar los fardos, de viajar sin pesos. Supongo que la edad o la madurez, que suelen ir de la mano, aunque no siempre, te hace acumular cosas y no sensaciones. La necesidad de coleccionar algo tan valioso sin el riesgo por esconderlo bajo la cama o encerrarlo en alguna cárcel personal cuando apagas la lámpara de la mesilla de noche sin que una mano te acaricie la espalda.

Y no sé si es la edad pero resulta que los fardos vacíos me resultan pesados y no me intrigan los cíclopes o los lestrigones, tan habituales. Tan llenos de nada. Sino los recovecos y las paradas. Y los caminantes. O la mano que acaricia la espalda y que da los buenos días. Y las buenas noches.