SABEMOS QUE EXISTE un silencio impuesto contra la línea editorial de EL DÍA, tanto en lo referente a la reclamación de la libertad del pueblo canario ?libertad perdida tras una cruel conquista y masacre del pueblo guanche?, como en lo relativo a la imperiosa necesidad de que el "gran" desaparezca del nombre de la tercera isla, pues resulta engañoso y desune a los canarios al crear un enorme e insoportable agravio comparativo. Sin embargo, ese silencio no impide que muchas personas destacadas, cuyos nombres nos reservamos por prudencia para no perjudicarlas, nos digan, "sotto voce", que en todos los mapas históricos de cierto prestigio, la tercera isla aparece denominada con su auténtico nombre: Canaria, y no Gran Canaria.

El mapa que publicamos en esta misma página es harto elocuente por antiguo, veraz y de muchísima categoría. Como puede apreciar el lector, dicho mapa pertenece a una reconstrucción realizada durante el Renacimiento del atlas elaborado por Ptolomeo, conocido astrónomo, químico, geógrafo y matemático greco-egipcio. Este documento certifica, una vez más, que el nombre de la isla tercera es simplemente Canaria. El "gran" es un añadido indigno e indignante que está perjudicando los intereses de las demás islas y de sus habitantes. Comprobarán nuestros lectores que toda la leyenda del mapa está en latín, pese a lo cual queda claro el nombre de Canaria. Incluso esta denominación, que bautiza a todo el Archipiélago, nos parece excesiva para una isla que es la tercera en extensión, la segunda en población y la última en paisaje y recursos naturales. Lo repetimos: Canaria, pero jamás Gran Canaria. Siempre fue Canaria, o simplemente Las Palmas, toda la isla tercera.

ADVERTIMOS una vez más a las autoridades que urge enmendar este error y cambiar el nombre de una isla que no le corresponde ni por historia ni por merecimientos, pues en caso contrario no habrá paz y armonía en esta tierra. ¿Por qué tienen que beneficiarse esos señores y señoras de allá, llamándose grancanarios y grancanarias, dejando a los habitantes de las otras islas relegados a una segunda categoría o, lo que es peor, a meros bastardos? Aún nos resuenan en los oídos las frases grandilocuentes de algunos personajes de Las Palmas que llegaban a Madrid diciendo "soy grancanario", "vengo de Gran Canaria", como si la gente tuviese que caer a sus pies y tratarlos como grandes señores por el mero hecho de haber nacido en una tierra de secarrales, y vivido en una ciudad con eterna panza de burro. El caso es que el nombre de la isla redonda siempre fue Canaria y nunca Gran Canaria. Cierto es que cuando no se conocía con exactitud su tamaño, ni tampoco el tamaño de las demás, llegó a denominarse como grande Canaria, aunque siempre en el sentido de adjetivo pero nunca como nombre propio. Así consta en el relato de "Le Canarien", sobre las aventuras y conquistas de Jean de Bethencourt y Gadifer de La Salle. Luego aparecieron en las Islas unos sacerdotes sin preparación geográfica, y confundieron el grande con el Gran. Unas veces lo escribieron en mayúsculas y otras en minúsculas. A partir de tales errores históricos, algunos avispados políticos canariones de los siglos XIX y XX los utilizaron en su provecho para darle a una islita una importancia de la que carece. Motivo más que suficiente para que hoy se crean quienes viven allí figuras mundiales del mundo mundial, gente universal y hasta galáctica. Chiquitos personajes. Don Paulino, don Antonio Castro, convoquen a las instituciones que presiden para acabar con el "gran" antes de que el "gran" acabe con Canarias.

El mapa de Ptolomeo no sólo es elocuente por aportar otra prueba más de que tenemos razón en cuanto al nombre de la tercera isla. También muestra de forma clara que lo existente al oeste de las Islas no importa. No cuenta para nada; no aparece en el mapa porque lo que interesa está al norte, al este y al sur del Archipiélago. En definitiva, interesa el mar que no es de Canarias y que no podrá serlo mientras España nos mantenga como su última colonia. Sólo cuando seamos un estado soberano le podremos reclamar a Marruecos la parte de esas aguas que nos corresponde. Mientras tanto, estamos dentro de la Zona Económica Exclusiva del Reino alauita. En consecuencia, Marruecos puede exigir la anexión de Canarias, y lo hará cuando le plazca o lo estime conveniente, sin que España pueda, ni posiblemente quiera, hacer algo para impedirlo. España es un país debilitado en el escenario internacional por la nefasta política del Gobierno socialista de Zapatero. De nada sirven las negociaciones con Portugal, de las que tanto está alardeando el Ejecutivo español, encaminadas a expandir hacia el oeste su ZEE. Lo repetimos: Canarias como nación soberana sí puede reclamar sus aguas y establecer las medianas con Marruecos y Portugal. En cambio, mientras nuestro Archipiélago sea una colonia española, todo intento en este sentido resulta inútil.

A ZAPATERO le gusta engañar a los españoles, pero le pedimos que no mienta a los canarios. Canarias es viable desde el punto de vista económico como nación independiente. No obstante, durante siglos los peninsulares les han inculcado a los isleños que no podrían subsistir sin la ayuda del continente. Eso es falso. Canarias no ha vivido de España; ha sido España quien ha vivido de Canarias. Muchos de los ferrocarriles peninsulares se han construido con los recursos rapiñados de estas Islas.

Dentro de poco, un joven talento canario, conocedor de la economía mundial y la de este Archipiélago, hablará sobre las increíbles riquezas que poseemos los auténticos propietarios de esta tierra. Recursos procedentes del turismo y del medio ambiente, así como naturales en general, pues no todas las islas son puros secarrales como la tercera. Además, queda la riqueza potencial y la que no se ha sabido explotar. Por eso podemos decir, sin ninguna exageración, que Canarias es uno de los lugares más ricos y prósperos del mundo. Una riqueza que siempre nos han ocultado los gobiernos de la Metrópoli. Lo hacen porque mientras seamos su colonia, quieren seguir esquilmándonos. Los peninsulares pretenden perpetuar el saqueo de nuestro oro, de nuestras especias y hasta del oro negro que se vislumbra en el horizonte.

No queremos acabar este editorial sin decir que estamos pendientes de si se vuelve a tratar en el Parlamento de Canarias el desgraciado Estatuto colonial de estas Islas, donde, además de perpetuar la servidumbre a los intereses de la Metrópoli que nos sojuzga, se mantiene el "gran" como una de las tres incalificables afrentas a Tenerife. Las otras dos, lo repetimos una vez más con la esperanza de que sus señorías y otros desvergonzados políticos terminen de enterarse, son el haber igualado el tamaño de la Isla principal ?la más poblada, la más grande, la de mayor superficie, la que cuenta con los mejores encantos naturales? al de las otras en el escudo de la Comunidad autónoma, así como la elección del orden alfabético para denominarlas, de forma que Tenerife quede en último lugar.

El Estatuto también es indigno, como decimos, porque prolonga la servidumbre del aborigen canario a sus amos peninsulares. ¿Tendrá ese Parlamento la desfachatez de volver a perder el tiempo con un texto caduco? ¿Volverán sus señorías a cobrar dietas por asistir a plenos y comisiones para discutir machangadas? Lo único que cabe hacer con dicho Estatuto es suprimir todos sus artículos, de forma especial los que resultan denigrantes para Tenerife y los que nos convierten, falsamente, en una comunidad autónoma española, y sustituirlos por una disposición única que regule, de manera transitoria, nuestra forma de Gobierno mientras se completa el proceso de constitución del Archipiélago en un país libre y soberano.