El Hospital Vall d''Hebron de Barcelona separó con éxito a dos siamesas de siete meses que nacieron unidas por el abdomen y que compartían el hígado, en el marco de una operación delicada que duró cerca de siete horas y que permitió que ambas lleven a cabo actualmente una "vida independiente y normal". En la intervención, en que participaron cirujanos pediátricos y plásticos, anestesistas, obstetras, neonatólogos, radiólogos y enfermeras y auxiliares, se hizo una separación de vísceras y del hígado de las pequeñas, que ahora solo acuden al hospital para revisiones periódicas.

Se utilizaron dos quirófanos para atender a las niñas en el momento de la separación de abdomen y de la parte baja del esternón, que también requirió de la división de los equipos para asegurar el cierre de la operación, finalizada según lo previsto.

La madre de las pequeñas, Meritxell Feliu, explicó que la malformación se detectó en la primera ecografía de las 12 semanas y, pese a que el centro no le garantizó totalmente el éxito de la intervención, puso todos los medios técnicos para ello, defendió.

Con este fin, planificó el parto por cesárea para los ocho meses de gestación, en que nacieron con un único cordón umbilical muy grande y una media de 1,5 kilos de peso cada una, como señaló el jefe del Servicio de Cirugía Pediátrica y líder de la operación, Vicenç Martínez.

Para planificar la operación se llevaron a cabo numerosos estudios morfológicos y clínicos de las dos niñas, los cuales determinaron que el único órgano vital que compartían era el hígado, a pesar de que la certidumbre total no se pudo tener hasta el momento de la operación.

Los médicos sabían previamente que las niñas tenían cada una su propio aparato digestivo, pero pese a disponer de pruebas radiológicas con mucho detalle, no podían asegurar al 100% que la raíz del intestino no fuera común.

Martínez explicó que el cierre cutáneo de piel y músculo era una de las partes más críticas de la operación, sobre todo a la hora de evitar infecciones que pueden provocar la muerte. No obstante, el tamaño más crecido de las menores pudo suministrar el suficiente contingente de piel y musculatura para cerrar la cicatriz.

Es complicado predecir la edad máxima en que ambas hubieran podido sobrevivir juntas, puesto que una afección grave a una de ellas habría afectado también a la otra, al margen de las incomodidades visibles que ello supone, explicaron los médicos.