Y LO DICE en serio. Emilio Duró fue contundente el pasado martes en el lagunero teatro Leal. Con mucho sentido del humor, eso sí. Habló claro, inusual invitación a reflexionar sobre la capacidad propia, y no reconocida, que tenemos las personas de modelar nuestro propio futuro. Un optimista nato declarado; otro más.

Sostiene Duró lo peligroso del incapaz que se embarca pecho henchido en el mundo de los negocios, cargado de ímpetu y entusiasmo; del lanzado que se atreve con lo que le echen para el que augura sonoro fracaso. Nos previene del que se ofrece, del que le pone muchas ganas y poco de nada más. Cuidado con el tonto motivado, insiste; una conducta suicida.

Estoy de acuerdo, y además confieso cierta liberación por haber alcanzado conclusiones análogas. Y es que en mi libro "Ser empresario" propongo altas dosis de prudencia al que se plantea iniciar el tortuoso camino de la empresa. Mantengo que una buena idea no es suficiente, que una empresa es algo más. Y reclamo la importancia de adquirir los conocimientos básicos, de aprender a hacer números, de interactuar con orden en el complejo entorno de clientes, proveedores, socios y empleados, de ser respetuosos con el mercado y la competencia.

Emilio Duró va más allá. Afirma que existe una posibilidad cierta de que cualquier negocio tenga que cerrar; que si eso es lo peor que puede ocurrir, no debe ser entendido tal desenlace como un drama, que hay vida ahí fuera. Con pragmatismo, nos recuerda que todos vamos a morir -inexorable- y que adquirir tal conciencia nos libera de la dura carga de preocuparnos por lo trivial.

Emplea paladas de sentido común y nos sugiere ser conscientes de quiénes somos, no intentar innovar cuando no sabemos ni tenemos cómo y concentrarnos en copiar, copiar a quienes lo hacen bien, mejor que nosotros. Cómo duele la realidad y qué importante tenerla en cuenta.

Pero quizás lo más profundo del mensaje de Duró, lo más impactante, es la insistencia en dejarnos llevar por nuestra intuición, por nuestras emociones: nos invita a ser felices, qué bueno. Y nos introduce en la teoría de las cuerdas: nuestra capacidad de labrar nuestro propio porvenir dirigido por nuestros propios deseos, deseos que debemos tratar de controlar; la hiperincursión en el futuro, lo que queremos vivir depende de nosotros mismos. Y alejar los malos pensamientos y a quienes absorben nuestra energía positiva. Por tanto, hemos de aceptar la responsabilidad de nuestras acciones pasadas y de nuestras acciones futuras. Tremendo.

Compartimos el entusiasmo por el optimismo como forma de vida, como camino al éxito personal y a la felicidad; además se contagia. Contágiate.

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