Espigado, microscópico y altamente oportunista, así es el hongo acuático que llegó de Estados Unidos y Canadá en la década de los 70 para aniquilar al 99% de los cangrejos autóctonos de río, en una de las extinciones más agresivas conocidas en la historia de España.

"Asesino de guante blanco", de esta manera ha calificado el científico del Jardín Botánico, Javier Diéguez, a este hongo de nombre imposible (Aphanomyces astaci) que mata los cangrejos de los ríos españoles que coloniza.

En una entrevista concedida a Efe, Diéguez ha explicado cómo la llegada de los cangrejos rojos americanos a nuestro país "supuso la entrada de dos especie invasoras: una el propio cangrejo y otra el hongo que porta en su organismo".

Afirma que en la sociedad de aquellos años hubo "un fuerte impacto sociológico" que afectó a todos los niveles, incluso en el económico, porque "los ingresos por administración de la pesca de cangrejo daban mucho dinero, más incluso que la pesca de la trucha".

En la actualidad, se están desarrollando planes de recuperación en distintas zonas naturales aisladas, en las que se pretende reintroducir el cangrejo autóctono español. Para el científico, lo ideal sería "eliminar" el cangrejo americano para que no invada el territorio del autóctono, pero se trata de una tarea casi imposible, se lamenta.

Señala con un cierto aire de amargura que "mientras haya cangrejos rojos existirán hongos. La recuperación del autóctono es inviable si en las proximidades existen colonias de cangrejo americano".

El hongo se transmite por el agua a través de unas zooesporas, que cuentan con unos flagelos parecidos a los remos que les permiten llegar hasta sus víctimas: "una vez que los cangrejos se infectan, la lesión es letal, ningún cangrejo autóctono sobrevive".

La llegada del cangrejo americano permitió el florecimiento de una mercado muy lucrativo.

"Hasta los años 90 - continúa Diéguez - se intentó que el mercado de cangrejo rojo vivo desapareciera, pero poco se pudo hacer", ya que diariamente se distribuían cientos cajas de cangrejos americanos vivos por las pescaderías de España en claro detrimento del cangrejo autóctono, al que irremediablemente se le condenó a la extinción.

J. Diéguez explica que "a la administración le pilló sin saber qué hacer, porque los conocimientos eran pocos y el despiste generalizado", se tardó más de 15 años en reaccionar y hasta principios de los 90 no se empezó a actuar en serio.

Actualmente hay un centro de cría en Guadalajara y otro en Navarra, desde donde se distribuyen ejemplares para su reintroducción en lugares apartados y aislados de las poblaciones de cangrejo americano.

Diéguez afirma que el hombre juega un papel importante en la conservación y sostiene que es necesario un equilibrio entre conservación y pesca: "si no dejamos pescar no interesará la conservación".

El científico se muestra, sin embargo, optimista: "No podemos pensar que está todo perdido porque eso te aplasta, hay que canalizar las intenciones de la gente en positivo y hacer una labor importante de concienciación, convencerles de que la población de cangrejos debe estar controlada".