Rafaela Guigou es, a sus 103 años, un claro ejemplo de que el buen humor es un ingrediente esencial para conseguir el "elixir de la eterna juventud". Sentada en su sillón, con una mesita enfrente donde suele hacer solitarios -incluso confiesa que hace trampas-, da la sensación de que la vida pasa por ella dejando plasmada la ternura y la jovialidad en un rostro que todavía rinde honores a la coquetería y a la buena memoria.

Rafaela Guigou Costa, hija del ilustre médico tinerfeño Diego Guigou, fundador del antiguo Hospitalito de Niños, celebró el martes, día 26, su 103 cumpleaños con una salud envidiable y junto a sus dos hijas, Rafaela y María Rosa, que cuidan de ella. Según confiesa el secreto de llegar a su edad "está en no enfadarse por nada ni con nadie. Tener buen humor, disfrutar de buena compañía y de una buena estancia. Siendo buena se llega a ser muy guapa. Soy muy comilona y me gusta comer de todo".

Cariñosa y amante de las bromas recuerda que solía acudir al Casino de Tenerife a los bailes de Carnaval con sus hermanas y que se ponía antifaz para poder gastar bromas. Lo primero que hace por las mañanas, dice, es "desperezarme y después me baño enseguida". Tras vestirse recibe a las visitas, porque "soy muy alegadora. Me gusta mucho hablar porque me distraigo y que vengan a hablar conmigo es algo bueno que me hacen", comenta acercándose como para confesar un secreto.

La hija de un hombre ilustre.- Rafaela Guigou es la sexta hija de Diego Guigou y Costa y dice que "cuando tocaba el piano y desafinaba mi padre enseguida me decía que debía fijarme mejor en lo que hacía. Era muy bueno. Mi padre creía en la Divina Providencia". En una ocasión, su padre iba con su chófer por una carretera y en una bifurcación de caminos, el conductor le preguntó por dónde debía ir y Diego Guigou le indicó una dirección. Llegaron hasta un niño que se estaba asfixiando y lo salvó con lo que tenía a mano, cuenta haciendo alarde de su excelente memoria.

Rafaela Guigou pintaba muy bien y tocaba el piano, llegando a hacer duetos con su hermano, que tocaba el violín. Dice que el color que más le gusta es el blanco y "después, están todos los demás. Me gusta el blanco porque es el color de la pureza".

La figura de su madre.- Nacida el 26 de mayo de 1906 en Santa Cruz de Tenerife asegura que "yo no podía nacer en otro mes que en mayo, porque es el de las flores y yo soy una de ellas". Su infancia estuvo marcada por la muerte de su madre a los 33 años, víctima de una peritonitis después de haber acudido a misa como solía hacer cada mañana. La pérdida de su madre la recuerda con tristeza porque según comenta estuvo un año sin poder dormir porque sufría terrores nocturnos. "Entré en su habitación y ya fallecida le pregunté: Mamá, ¿por qué no me miras, que yo te quiero mucho?" Rafaela tenía en aquel momento sólo cinco años, pero la recuerda como si la viera ahora mismo.

Tras la muerte de su madre, su infancia transcurrió en su casa, junto a la plaza de Weyler, con sus ocho hermanos, con los que compartía juegos y alguna que otra discusión. Años más tarde, su padre volvió a contraer matrimonio con la escritora Gertrudis Segovia.

Rafaela Guigou contrajo matrimonio con Cándido Díaz-Llanos, con quien tuvo tres hijos. Un varón y dos hijas: Rafaela y María Rosa. "Mi marido se dedicaba a las fincas que teníamos y había pobres que venían a casa y me miraban con unos ojitos tan bonitos, pero con pena y yo les decía: vamos a comer antes de que vengan los demás. Siempre estaba bromeando con ellos". Su hija Rafaela es religiosa y acude a visitarla muy a menudo. "Nunca me opuse a que fuera monja. Todo lo contrario. Era lo que ella quería desde pequeña", dice. María Rosa está a su lado pendiente de una madre que bien vale un tesoro porque es un trocito de historia de la capital. Reza el rosario, comulga cada día y le gusta entretenerse haciendo solitarios con la baraja. Si echa la vista atrás, admite que los mejores recuerdos de su vida son los de su infancia, "cuando acompañaba a mi padre al Hospitalito y entregábamos los regalos a los niños en Reyes. Diego Guigou era una persona maravillosa. Siempre ayudaba a los necesitados. Si por hacer caridad y buenas obras la gente va al cielo, desde luego que él estará allí", dice.

Testigo de la historia.- Rafaela Guigou ha sido testigo de grandes acontecimientos de la historia de los siglos XX y XXI, pero el más doloroso para ella fue el fallecimiento de su progenitor en el año 1936. Fueron años duros, pero el recuerdo de la obra desarrollada por su padre para acercar la sanidad a los desfavorecidos la ha llenado siempre de orgullo. Diego Guigou, gran amante y defensor de los niños, fue uno de los promotores del parque García Sanabria y según una de sus nietas se debía haber colocado la placa erigida en su honor en una zona más visible, ya que antes las personas no decían "vamos al parque, sino al proparque, ya que mi abuelo siempre decía que los niños necesitaban aire libre". Rafaela Guigou aconseja a los jóvenes que "sean buenos, simpáticos y limpios", pero a los políticos les diría que "se las entendieran".