"Pasamos el túnel y ya estamos en tierra de conejos". Así se expresa un tagananero cuando está a punto de llegar al que, como la mayoría, considera su pueblo y no un barrio de Santa Cruz. Demuestra que se siente tranquilo por llegar a casa. Lejos de la imagen de postal que puede emanar de la espectacular belleza de su paisaje, los habitantes de Taganana consideran que les queda mucho que luchar por al menos igualarse al resto de vecinos de un municipio capitalino del que muchos reniegan y mantienen la intención de segregarse y volver a tener ayuntamiento propio, como ya ocurriera en el siglo XVII.

Vuelven las voces, quizás por el "abandono" al que se sienten sometidos, que exigen un tratamiento singular por la lejanía. Plantean la segregación como una posibilidad de futuro, "dentro de un ente más amplio: Anaga".

EL DÍA recorrió Taganana un día entre semana, ese período de lunes a viernes de la normalidad. Sus calles rezuman tranquilidad y sosiego apenas alterados por la presencia de algunos caminantes, sobre todo alemanes, que buscan el placer de recorrer senderos y pistas que los vecinos consideran "descuidados y sucios, cuando deben ser fuente de riqueza. No hay nada organizado para intentar explotar ese turismo. Y tampoco se puede permitir que haya casas prácticamente derruidas por todo el pueblo, ejemplo del despoblamiento que hemos sufrido".

La queja por la carencia de servicios es recurrente: "La última guagua sale a las siete de Santa Cruz y a las ocho y media de aquí. Y no es suficiente. No hay médico fijo y el centro de salud está cerrado hace meses. Ahora nos quitan la bonificación de la tasa de basura porque dicen que hay contenedores a menos de 200 metros de las viviendas, pero no tienen en cuenta cómo son de complicados esos metros, en curva y de difícil acceso porque la geografía aquí lo marca todo, hasta el carácter. Hay un solo barrendero y más no puede hacer. Los propios vecinos limpiamos las zonas cercanas a nuestras casas. El campo de fútbol fue remodelado, hicieron un enorme muro de piedra y luego lo dejaron abandonado".

Taganana ha vivido del campo y de la mar, "encorsetada entre el Parque Rural y la Ley de Costas", pero actualmente la mayoría de sus hijos trabajan en Santa Cruz. Las huertas dan desde viñas o papas a verduras o árboles frutales, que quedan para el autoconsumo como lo que da la cabaña ganadera, sobre todo cabras".

El tagananero reitera que "el carácter lo marca la orografía. Pensamos que somos hospitalarios hasta el punto en que se nos respete y a nuestras tradiciones. Recibimos a todo el mundo y un ejemplo es la fuente de La Pianola, llamada así porque se inauguró en 1939 con un baile amenizado por una pianola. Allí han saciado su sed propios y extraños con agua fresca que viene de los nacientes y no falta en todo el año".

"Este ha sido un invierno muy duro y lluvioso, el que más desde 1996, y eso aumenta el aislamiento con unos accesos tercermundistas, peligro de desprendimientos y muy poca atención de las administraciones. Aquí llegó gente de todos lados, portugueses (hay una zona que se conoce por Portugal) o franceses, sobe todo normandos, pero por encima de todos somos tagananeros. Prácticamente todos somos familia con mucha endogamia", concluyen las fuentes.