Aparcas el coche en Los Llanos. Arriba, en el casco. No conoces el alcance de la Fiesta del Agua, pero los conocidos te advierten de que no lleves el coche a Puerto de Naos que aquello abajo es un "caos". Te subes al autobús o guagua (uno que es "bilingüe"), servicio que no tiene horarios, sino que sale cuando está llena, o casi, y de entrada te "clavan" 2,10 euros. Solo la ida. Miras la cantera para ver si te queda para la vuelta y el par de cañas. Una "estallada" que aguantas, para qué mentir, por comodidad.

La guagua se para un par de veces en el trayecto. Acaba por completar los pocos asientos que le quedaban libres. Por fin, llegas a la costa. Al barrio costero. Te "recibe" un dispositivo policial. Sin exagerar, hay una veintena de agentes de la Guardia Civil. De los que van vestidos de verde. Parece que llegas al estadio en la guagua del equipo rival. Al primero que baja, un joven en camisilla con peinado de esos que se llevan ahora, lo paran. Le revisan la mochila. Decides seguir.

Caminas en línea recta hasta torcer a la derecha en el primer callejón. De enfrente, dos camiones de los bomberos. De los que apagan los fuegos. Un señor, por la edad, agarra con fuerza la manguera. Por su cara, nunca se había visto en otra igual. Al que pasa, lo baña. Se ríe. Ya estás en la Fiesta del Agua. Te "escabulles" como puedes, pero desde un balcón te lanzan agua. No unas gotitas, ¡que va!, te meten un balde entero. Hay un bando municipal que prohibe esa práctica, pero es parte de la tradición. Al fin y al cabo, solo es agua (de esa que no mancha que decía la abuela) y, encima, hacía calor.

Acabas en la avenida de Puerto de Naos. El escenario para los "cantantes" lo ubican en la parte más al norte, es decir, bajando a la derecha. Es difícil saber la cantidad de personas que hay allí disfrutando de la fiesta. Al cronista le cuesta contar. A partir de veinte, se "traba". La organización hablará de 10.000 ó 15.000 o... ni idea. A ojo de buen cubero, 4.000 sí habían. Bueno, si se cuenta a la gente que se estaba bañando en la playa, algunos miles más.

La Fiesta del Agua es eso. Bueno, y la música. Música que es... ¿cómo calificarla?. ¡Ah!, ya: una fiesta 40. De las habituales. Tres artistas de los que ya veremos qué les depara el futuro, sonidos enlatados, animadores típicos de la cadena... el "mogollón" salta y se lo pasa bien. Si es eso, correcto. Alrededor, buen "rollo". Muy bueno. Aspersores, mangueras, espuma, pistolas de "agua".... la cuestión es mojarte. Si miras hacia arriba, hay otro mundo semejante al de abajo. La mujer que bailaba en el ático (o sería la azotea) del edificio donde se encuentra el bar Miramar, tiene hoy agujetas. Su acompañante, en pantalón rojo, ni se movía. Pero ella era la personificación de la diversión. ¡Grande!

Lo bueno es que aquí hay sitio para todos, más al fondo, a partir de los aparcamientos de tierra, se puede "respirar" en paz. No es algo, ni de lejos, masificado y la sensación es que la gente del barrio sabe interpretarla. La vive. Además, si te cansabas de lo que había encima, debajo estaba la playa.