Me han llamado desde Las Palmas -sí, sí, desde Las Palmas- para decirme que he confundido el hipérbaton con la anfibología. No tienen razón mis contradictores porque el hipérbaton consiste en alterar el orden de las palabras en la frase sin que esta altere su sentido, como decir "Del monte en la ladera, por mi mano plantado, tengo un huerto" , mientras que la anfibología es colocar las palabras en el texto sin que nadie pueda luego entender su lectura por culpa de sus errores. No es exactamente así la definición, pero se le parece. Ustedes disimulen..

Pero no tengo ganas hoy de escribir sobre Gramática, Lengua, Lingüística o como quieran ustedes llamar a lo que suelo escribir aquí cada semana. No me pregunten los motivos porque no sabría explicarlos. Simplemente, no tengo ganas. Podría hablar de política para despistar, pero no me atrevo tampoco porque...

-¿Por qué no te atreves, tío Carlos? Te veo desalentado.

-Porque cada vez que lo he intentado he sido tratado de franquista, carca, fascista, blaspiñarista, joseantoniano y cosas de esas. ¿Lo entiendes, Lolo?

-La verdad es que no, tío. Pero entonces ¿De qué vas a hablar hoy?

-Dios proveerá -digo a mi sobrino-. Y me decido por lo más sencillo: contar unas anécdotas. Algunas las he leído recientemente en periódicos y revistas. Otras las oí en esos almacenes que llaman grandes superficies. ientras mi familia compraba garbanzos, aceite , arroz, azúcar y no sé cuántas cosas más, yo estaba pendiente de lo que un hombre de mediana edad contaba a sus amigos: unos chistes sin gracia, aunque ellos se desternillaban de risa. Hay gente que se ríe por reírse a pesar de cómo está el patio.

Estaba yo leyendo un librito, hace unos días. Se titula "El economista esperanzado". Ya me dirán ustedes: yo leyendo cosas de Economía. El autor escribió en un determinado momento:" Ya me acordaba yo de aquella "perra gorda", que valía diez céntimos y de la "perra chica", cuyo valor era de cinco céntimos y de aquella otra que tenía un agujero en medio y que nadie llegó a bautizar porque..." . Parece mentira: un economista y no sabía lo que era un real. Recuerdo, incluso, que mi vecina Dolores, que solía venir por casa todos o casi todos los días, lo llamaba "vellón" o "real de vellón". Claro que la anciana Dolores no decía 15 céntimos sino cinco cuartos, no sé por qué. Pero dejo la economía y paso a relatarles, sin la más mínima malicia, unos diálogos entre confesor y devoto. Yo soy muy respetuoso con la iglesia.

Dice el devoto al confesor.(El devoto está lleno de nervios)

-Padre: me gustaría que usted me aclarara una cosa. Dicen que el pintor Picasso, por su arte tan grande, tan sublime, tan asombroso, tan soberano...está ahora ocupando un lugar preferente en el Cielo ¿Qué opina usted de esto?

-Pues que se le habrá colado a San Pedro en un descuido.

Otra de cura y devoto:

-Padre: me acuso de un pecado muy grave, muy doloroso, muy horrible, muy grande, muy nacional, muy internacional. Escúcheme, por favor.

-No se atosigue, hombre, Cuénteme, cuénteme.

-e acuso de que no sé quién es essi.

Y voy con el tercero.

-Dígame, Padre, por favor: ¿es cierto que hablar bien de Franco es pecado?

-Pues, sí. Es pecado. Siento decírtelo, pero...

-Pero, ¿pecado mortal?

-¡Hombre! Tampoco es necesario que te vayas tan lejos! Vamos a dejarlo en venial.

Y yo respiro a pleno pulmón. Ahora vendrá lo de fascista, blaspiñarista, carca, franquista, joseantoniano... Pero no me inmuto. Somos así y basta.