1.- Un joven y asiduo lector, novio además de una guapa y competente farmacéutica, Lorena Acosta, me dice que prefiere que estos artículos versen sobre política; y que dé caña. Y otros amables y desocupados seguidores de esta sección me conminan a que vuelque sobre su espacio reducido a 450 palabras mis recuerdos personales. Yo digo que este periódico tiene otras secciones que versan sobre política, así que en los últimos tiempos he intentado despolitizar mi espacio. No obstante, en ocasiones no puedo resistir la tentación y me ocupo de los asuntos derivados de la actualidad, muchas de las veces aburridísima. Una amiga mía que tiene mucho que ver con este periódico me ha comentado que a ella le gusta leer esto porque yo escribo como hablo. Y esto hace que todo el mundo me entienda; debe de ser porque hablo medianamente bien. Así que, de momento, y mientras no se me indique lo contrario, voy a seguir trayendo recuerdos aquí, salpicados -para contentar al novio de mi amiga farmacéutica- con asuntos que tengan que ver con la actualidad.

2.- Se acerca el carnaval y por estas fechas mi amigo Nicasio Ramos, entrañable ex componente de la "Nick and Randy" y de la banda de música municipal de Santa Cruz, me recuerda siempre cuando los dos, junto a Pepe Chela, paz descanse, fuimos jurados del concurso de murgas adultas, en la noche de los tiempos. El espectáculo fue presentado por Willy García, que salió al escenario con un casco de obrero a leer el veredicto, porque se temía lo peor. Nosotros también abandonamos la plaza de España antes de que se leyera el fallo, que convertimos en un manifiesto contra la escasa calidad de las murgas participantes, recomendándoles que mejoraran sus letras y sus interpretaciones y que recuperaran el espíritu trasgresor y crítico del carnaval; y que no se creyeran conjuntos corales.

3.- Nicasio y yo íbamos en mi coche, para dejarlo en su casa, y escuchábamos por Radio Club la reacción del público al leer Willy el acta y el manifiesto. Fue virulenta en contra del jurado, que ya no estaba allí. Habíamos desaparecido sabiamente para evitar la ira de la multitud. Aquello tuvo bastante trascendencia, pero nadie había advertido a las murgas, hasta ese momento, de lo malas que eran. Yo creo que el manifiesto supuso eso que se dice siempre, un antes y un después en el concurso. Me extrañó mucho que a nuestras deliberaciones asistiera un comisario político nombrado por los participantes, que seguía nuestras conversaciones con atención. Ni en la Rusia de Breznev hubiese ocurrido nada igual. Así que el manifiesto fue nuestra protesta y nuestra venganza. Todavía lo siguen recordando. Y cagándose en nuestras respectivas madres.

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