La Navidad es la fiesta en la que cada año los cristianos celebramos el nacimiento del Niño Jesús. Y lo hacemos en casi todos los hogares instalando un belén, un pesebre, o simplemente un nacimiento cuyo protagonista es siempre el Niño Dios, rememorando tal acontecimiento que marcó un hito en la historia de la Humanidad.

En torno al misterio del nacimiento la familia reunida celebra la Nochebuena y el día de Navidad de forma muy especial, con alguna cena y comida extraordinaria en la que no faltan el cabrito, los mariscos, el buen pescado, los embutidos, los turrones, los vinos, licores y cava, y hasta los regalos. Esta es la Navidad de una parte de los españoles. Pero, por desgracia, en los actuales momentos de crisis no en todas las casas las familias pueden permitirse una celebración tan espléndida. Es la otra Navidad, tal vez más callada que oculta y que, en plena celebración nadie, o casi nadie, quiere ver para que no se le atragante el pavo, los langostinos y los buenos manjares que adornan la mesa, o, quizás, para que la conciencia no le denuncie la crueldad de su indiferencia hacia quienes no pueden celebrarla así.

Es la Navidad de aquellos que se hallan en riesgo de exclusión social; la de los cinco millones de desempleados que, en el mejor de los casos, viven, o malviven, con el subsidio de desempleo y que sumerge en la pobreza a millares de familias que hasta hace poco representaban a la clase media española. Es la Navidad del 30 % de los niños que viven en hogares cuyos ingresos están por debajo del umbral de la pobreza y que, en muchos casos, acuden al colegio cada mañana sin desayunar siquiera un vaso de leche. Es la Navidad, también, de los dos millones de hogares españoles con todos sus miembros en paro. Es, asimismo, la Navidad de los sin techo, de los desahuciados de sus casas por no poder pagar la hipoteca. Es la Navidad de aquellos que para poder comer algo tienen que acudir a los comedores sociales o a recoger alimentos en los depósitos de las ONG como Cáritas, Cruz Roja, etc., o simplemente, esperan en las puertas traseras de los supermercados a que los empleados salgan a botar en los contenedores de basura gran cantidad de alimentos deteriorados, o próximos a caducar y que por ello no pueden estar en las estanterías o neveras para ser vendidos. ¡Qué lástima! ¡Con la gran cantidad de gente necesitada que podría darse un festín con estos artículos rechazados!

Es, igualmente, la Navidad de los que no reciben tarjetas, e-mails, mensajes ni llamadas de felicitación, ni reciben regalos. Son, en fin, aquellos que no pueden deprimirse, ni estresarse, ni tienen alto el colesterol o la glucemia, porque son tan pobres que no les está permitido estos lujos. Son los que poco les importa la llegada de un nuevo año que, seguramente, no paliará su delicada situación porque han perdido la capacidad de soñar y hasta la esperanza de vivir. Es la Navidad más cruel y, tal vez, la más parecida a la que ocurrió en Belén hace ya 2012 años.

Es, también, la Navidad que espera a tantas familias que malviven o subsisten con la pensión del abuelo, pues en las actuales circunstancias apenas son ingresados en las residencias de ancianos porque el dinero de su corta pensión es necesario para poder comer tres generaciones. Aunque no todos los ancianos tienen la "suerte" de vivir con sus hijos y nietos al ser aparcados por sus familias en estos asilos. A ellos, sin lugar a dudas, no les faltará la comida y un techo donde poder cobijarse. Sin embargo, no tendrán algo fundamental en esas edades y que en las residencias no podrán obtener nunca: el cariño y la compañía de sus hijos y nietos.

Seguramente, a muchos lectores no les habrá gustado la crudeza que empleo en la redacción de este artículo sobre la Navidad. o siento, pero en estos días de fraternidad, de unión entre las familias, de felicidad, paz y amor no puedo permanecer callado pensando en los millares de familias y personas que para ellos estas fiestas no les dice nada, tan sólo añoranza de haberlas vivido y disfrutado algunas veces, tal vez cuando eran pequeños. Por eso, debo decir lo que pienso y lo que siento.

Que el Niño Dios bendiga a todos.