Ya no me atrevo ni a poner la radio. Huyo del miedo y al doblar la esquina me está esperando de nuevo. No hay una noticia buena. Las cosas han cambiado tanto... Demasiado tiempo esperando que escampe. Que cese el bombardeo.

En ocasiones no consigues resistir y te saltan las lágrimas, como dientes, como arañas en los ojos. En ocasiones sientes la soledad como una serpiente, enroscándose por el pecho, corazón arriba. Te parece que ya no puedes más y gritas en silencio frente al espejo. Lo mismo da. No te escucha nadie. Tú tampoco te reconoces. Parece una pesadilla. Es un mal sueño. No puedes equivocarte.

Te los encuentras cada día en el trabajo, en la cafetería, en las reuniones en casa de los amigos, en tu propia familia o simplemente mirándote al espejo.

Los temas son siempre los mismos: "No me llega el dinero ya y lo tengo decidido. Si quiero seguir viviendo dignamente voy a tener que mudarme a una casa más barata". "Tendré que prescindir de la chica que viene a limpiar". "Bye, bye, a los restaurantes". "Adiós a la televisión de pago, la acción del club, las clases de tenis...". "Voy a tener que dar de baja el seguro médico". "Usaré menos el coche y más la bici o el tranvía". "Cualquier cosa con tal de que a mi familia no le falte de nada, que yo me conformo con cualquier cosa".

No son pobres. Tienen la fortuna de tener trabajo, aunque el cuchillo del despido penda sobre sus cabezas. Pagan religiosamente sus impuestos. la hipoteca. Pero también lo están pasando mal. Son eso que llamamos clase media.

La columna vertebral de la civilización occidental. , sin embargo, los grandes olvidados de esta crisis. Ni el Gobierno ni la oposición se preocupan por ellos porque, al parecer, solo hay políticas y discursos para ayudar a los empresarios, a los banqueros, y menos a los pobres y marginados. Pero si eres un asalariado de clase media no le importas a nadie. Pasa "to" dios de ti. Aguanta como puedas. Búscate la vida, porque no te van a echar una mano ni te lo van a poner fácil. Al contrario, te van a subir los impuestos cada año y tu sueldo va a bajar aunque suba el IPC.

Da igual que seas de derechas que de izquierdas, como ni tienes dinero ni poder ni influencia, ni haces huelgas porque estás muy ocupado en mantener tu trabajo y en sacar adelante a tu familia, no cuentas para los políticos. No representas ninguna amenaza. Eres un cliente fácil. Saben que eres una persona de orden y que hagan lo que hagan volverás a votarles en las próximas elecciones. Porque, al fin y al cabo, a ti te ha costado mucho poder llegar a votar como para cuestionar ahora el sistema.

Todo el mundo sabe que sin ti no hay manera de salir de la crisis. Que si la clase media no prospera y no consume esto no lo levanta ni el Papa twitero. Pero eres un cero a la izquierda para ellos. No harán nada por ti. Saben que aunque no te den nada vas a seguir haciendo malabarismos. que vas a esperar a que escampe.

Antes de que se te haga de noche, piensa que puede ser un mal sueño. Que de esta se sale. Que siempre están los amigos que te escuchan. Por teléfono o cara a cara: siempre hay alguien a quien abrazar. Los que te dicen que no tires la toalla. Los que se quedaron con las palabras desnudas que escribiste, por pudor, en el agua. Los que aprendieron a quererte alguna vez y no han querido desengancharse. Los que han leído tu mensaje de socorro: rescátame... y están en ello.

Están las gotas de lluvia que acarician tu rostro de invierno. Las cosas que nunca hacen daño: los libros imprescindibles, los versos de amor, las noches de azúcar que ahora recuerdas con imprudencia. Las miradas limpias que te hacen sonreír. Que te hacen sentir.

Está el sol que no logras ver, pero está. "¡Está!", gritas para que te escuchen más allá de los kilómetros, más allá de las horas. Cuando todo cae, quedas tú. Toca tu piel. Tú no eres mentira. Tú y todo lo que amamos. No tengas miedo. Cuando no queda nada quedas tú. Con tus virtudes y tus defectos, con tus grandezas y tus miserias: tan humano como indefenso. Mírate al espejo y abrázate.

En este mundo donde los hipócritas son batallón; en este tiempo en el que los "rescatadores" tienen tan poco crédito, debes saber que también son regimiento los generosos, los solidarios, los desprendidos, los desinteresados, los espléndidos.

Si vives para algo más que para ti mismo, comprenderás que no precisas ningún rescate. Tú no eres el náufrago. Los náufragos auténticos son esos -y hay muchos- que no tienen a nadie a quien abrazar. Aunque sus penas con pan parezcan menos penas.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es