El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, tiene por delante una nueva oportunidad, si es que se la dan las urnas el 26 de junio, para culminar ese papel de "negociador" que asumió tras las elecciones de diciembre, y poder lograr esta vez ser decisivo para formar gobierno.

Aunque su pacto con los socialistas resultó fallido y no ha logrado evitar que se repitan los comicios, insiste en hacerse valer como mediador en un tablero electoral que está aún por decidir y en el que Ciudadanos juega en el medio y sólo con las piezas del PP y el PSOE.

Porque es el centro "liberal" el espacio en el que Rivera se mueve desde que fue nombrado presidente de Ciudadanos el 9 de julio de 2006 y sacó su primer escaño en el Parlamento catalán en las elecciones autonómicas de noviembre de ese año.

No sabe muy bien por qué se hizo político, ha contado en alguna ocasión, pero una vez que dio el paso y dejó de lado su carrera como abogado en la Caixa, lo que quiere es "aportar su granito de arena" para cambiar el país "sin romperlo".

Y tiene dos grandes referentes en esta misión que se ha arrogado: Adolfo Suárez, artífice de la Transición, al que recuerda de vez en cuando en sus intervenciones públicas, y a Kennedy, cuyas fotografías ha colgado en diferentes espacios de la sede del partido como ''fricky'' declarado que es del presidente norteamericano asesinado.

Hiperactivo, competitivo y muy nervioso, maneja con soltura el rol de protagonista, y de hecho hizo una irrupción estelar en la política a gran escala al aparecer desnudo en un cartel electoral con el lema "Sólo nos importan las personas".

Y a partir de ahí, con un mensaje muy contundente en contra del proceso soberanista y a favor del bilingüismo, se fue haciendo un hueco en la agenda nacional hasta que finalmente Ciudadanos dio el paso de presentarse a las generales de diciembre y conseguir, de la mano de Rivera, cuarenta escaños.

Conocido entre sus amigos como Tito, este catalán nacido en Granollers (Barcelona) y de raíces malagueñas, se enfrenta a sus casi 37 años a esta segunda oportunidad mirando desde arriba, como le gusta remarcar, pese a que el vértigo que padece le mantiene a cierta distancia de las alturas.

Muy pegado a los platós de televisión, aunque más esquivo en los pasillos del Congreso, Albert Rivera, divorciado, vive ahora entre Madrid y Barcelona, donde intenta siempre que puede pasar un rato con su hija de cinco años.

Despistadísimo, según aseguran sus más próximos, lo que nunca se olvida es de llevar puesto su reloj y su pulsera naranja, el color corporativo de Ciudadanos.

Al mando de la cuarta fuerza del país, que peca de excesivo personalismo en torno a Rivera, aunque es un fallo que están tratando de enmendar, el líder de Ciudadanos, motero casi por convicción, es también autor de un par de textos políticos: "Juntos podemos, el futuro está en nuestras manos" (2014) y "El cambio sensato, 100 preguntas, 100 respuestas" (2015).