LA SEMANA PASADA finalizábamos nuestro artículo de EL DÍA mencionando el gasógeno y hoy lo iniciamos con el mismo, con lo que dejamos atrás los felices y boyantes años 20 del siglo pasado y que tanto han dado que hablar, llegando incluso a tomar la clasificación de "Vintage" para definir a los fotingos construidos en esa maravillosa década del automovilismo.

Las últimas ordenanzas sobre el consumo y tenencia de gasolina que se produjeron en España las encontramos el día 13 de mayo de 1940, en el que un decreto de la Comisaría de Carburantes establece un férreo control sobre la misma, dado el carácter urgente ante la escasez del preciado líquido. Entre sus fines y funciones estaba la de establecer una adecuada distribución en consonancia con la labor que desempeñaba cada vehículo. Aquel interesado que deseara acceder a la correspondiente cartilla de racionamiento debía cumplimentar una declaración jurada muy detallada en la que se llegaba a pedir no solo el trabajo que realizaba, sino también qué media de kilómetros hacía aproximadamente. Solo con estos datos ya el lector habrá podido comprobar la situación en que se encontraban los automovilistas de aquel entonces.

Ante este "porvenir" no quedaba otro remedio que hacer uso del gasógeno, aquella aparatosa instalación que por medio de una caldera con combustión lenta producía el suficiente gas para hacer funcionar los motores de explosión. El invento no era nuevo, pero sí la necesidad, por lo que muy pronto se empiezan a ver en la prensa anuncios de fabricantes de gasógenos. Quizás, uno de los más populares sean los fabricados por Gasógenos Nacional, comercializados bajo la marca Gasna, que contaba con su central en Barcelona y delegaciones en las más importantes plazas de la Península.

Tal fue la proliferación del gasógeno que su fama llegó a las coplas, existiendo graciosas y animadoras letras dedicadas al "salvador de la circulación". Tenemos una de aquellas populares canciones, que empieza así: "Para andar un automóvil / necesita de carbón / como un fogón, / pues lleva cocina / que se deshollina / y da un tufo de perdición", terminando con la fatídica sentencia de: "¡Y el auto la diñó!".

En Santa Cruz de Tenerife, pronto se empieza a emplear este obligado y latoso sistema de carburante, aunque barato y salvador de la situación, y es así cómo les son instalados gasógenos a nuestros "ilustres fotingos" para que no dejen de funcionar. Desde autos particulares hasta camiones y guaguas los hubo con esta instalación, escapando de esta "quema" solo las motos. La relación de fotingos que circularon llevando consigo esa caldera fue muy amplia, pero para muestra un botón, y estos son algunos de ellos: TF-3445 (Pontiac), TF-3508 (Ford, guagua), TF-3540 (Buick), TF-3634 (Dodge, camión), TF-3746 (Chevrolet, camión), TF-4685 (Austin), TF-6062 (Chevrolet, camión) y el TF-6157 (Reo, camión).

La ilustración del artículo de esta semana en EL DÍA hemos querido dedicársela al gran humorista gráfico Antonio Mingote, y así rendirle un pequeño homenaje a su memoria al haber contribuido con su admirable maestría a alegrarnos la vida. El chiste aquí reproducido es uno de los tantos que les dedicó a los automóviles, pero el de hoy está de actualidad, ya que en el mismo se lee: "No sabía que la naturaleza tuviera ese agradable olor a gasolina".

www.fotingosdecanarias.es.vg