TODO el esfuerzo que se ha hecho en La Laguna para situar la ciudad en la cúspide de la estética lo pierde una visión de fin de semana del llamado Cuadrilátero.

Si la adolescencia y la juventud canaria actual son las que se exhiben con tan poco éxito en dicho lugar habría que tomar medidas urgentes para que este deplorable espectáculo urbano no se siga repitiendo.

Porque los únicos "valores" que se demuestran en la zona, y lo hemos comprobado, son el alcohol y la droga. Hacemos las excepciones que sean precisas, pero si los agentes encargados de reprimir el tráfico de estupefacientes se dieran una vuelta por el lugar se pondrían las botas y, de paso, harían un gran servicio a la sociedad.

No es exclusivo el desastre de la zona del Cuadrilátero. El nulo tributo a la estética, el mal gusto de jóvenes y adolescentes, se vio de forma patente en el último "baile de magos" de Los Realejos. También pudimos comprobar el triste espectáculo de chicos y chicas borrachos, tirados por los suelos en medio de charcos de vómitos; y les aseguramos que no exageramos ni un ápice. ¿Qué están aprendiendo estos muchachos en sus casas? ¿Qué les enseñan en los colegios? ¿Se han desterrado para siempre las más elementales normas de comportamiento?

La diversión no es, o al menos no debe ser, el caos. La mayoría de los locales de las zonas de ocio incumple la obligación de no despachar alcohol a los menores de edad. Y debe existir una forma de controlar a los mayores de 18 años que adquieren bebidas para entregárselas a los más pequeños. El menudeo de la droga está a la orden del día. El estereotipo de la moda de los adolescentes es abominable; todos parecen cortados por la misma tijera: una moña a lo Travolta (ya ven, vuelve el pasado, pero corregido y aumentado), un vaquero con más agujeros que un colador, unos tenis infectos, una sudadera con más mili que Cascorro y mucho alcohol. No hay derecho, han pulverizado la estética.

En otras capitales y ciudades grandes españolas las llamadas "zonas húmedas" se rigen por otros parámetros de orden. La gente se divierte, pero cumple las normas: las del no despacho de alcohol a menores y las de la convivencia. Aquí parece que nos lo saltamos todo a la torera. Somos especialistas en no acatar lo establecido, en traspasar con impunidad las fronteras legales. Les aseguro que sabemos de qué hablamos y por qué lo decimos. Hemos asistido en los últimos tiempos a espectáculos realmente deplorables.

Por otra parte, ¿no está prohibido beber en la calle? ¿Es que el botellón no está fuera de la ley? ¿Por qué se sigue permitiendo? Si los municipios no pueden controlarlo con sus agentes, que se acuda a la policía estatal, que para algo está.