Mañana martes se producirá la anunciada moción de censura contra la alcaldesa socialista del Puerto de la Cruz, Lola Padrón. Este es un mecanismo democrático que los socialistas deben asumir con normalidad. Ellos han practicado el mismo ejercicio en Benidorm. Pues en el Puerto de la Cruz, once concejales creen que ha habido mal gobierno socialista y presentan una alternativa. Será la cuarta vez que Marcos Brito acceda a la Alcaldía portuense, dos mediante este sistema, una por sustitución del entonces alcalde Antonio Castro García y la otra en las urnas, por mayoría de su equipo de Coalición Canaria.

Que el Puerto ha estado ciertamente parado lo sabe todo el mundo. Pero en los últimos tiempos es justo decir que la alcaldesa y su equipo habían impulsado algunas iniciativas, ayudados por el plan "E" de incentivos del empleo. El Puerto está encachazado, sucio, mal ajardinado. Su aspecto no es el de aquella ciudad moderna y cosmopolita que acaparaba la atención de toda España en la década de los sesenta. La ciudad fue motor de la economía de Tenerife durante dos décadas -los sesenta y setenta- y su declive comenzó con la primera crisis del petróleo y con el accidente de los jumbos en el aeropuerto de Los Rodeos.

Desde la muerte de Isidoro Luz Cárpenter no volvió a surgir un líder para la ciudad y para el Norte de la Isla. La fuerte personalidad de quien rigió los destinos del Puerto durante más de 25 años, con la monarquía de Alfonso XIII, la II República y el franquismo, no tuvo réplica en sus sucesores.

Ahora regresa un hombre como Marcos Brito, que maneja bien el ayuntamiento. Un veterano curtido en mil batallas portuenses, que ha sabido esperar, aguantar el tirón, deshacerse de enemigos molestos y plantar la moción de censura cuando más dolía al equipo de gobierno. Brito es lo que se dice un viejo zorro, honrado a carta cabal y listo como una tea. Con un equipo en el que existen algunos ediles muy válidos intentará dar la vuelta a la ciudad.

En realidad, siempre le ha tocado solucionar los descalabros económicos que los socialistas han dejado a su marcha. El estrecho margen de votos que separa a la derecha de la izquierda en esta ciudad hace que la alternancia sea la nota dominante de su historia democrática última. Y eso puede ser bueno para una ciudad desarrollada y boyante, pero no para una urbe en crisis desde hace mucho tiempo. Sobre todo en crisis de identidad.

Es de esperar que lo del martes sea una despedida y una llegada amables, sin una palabra más alta que la otra. Pero esto que decimos, en el Puerto es casi imposible. Se armará, casi seguro. Pues, al menos, que les sea leve.