Nueve millones de portugueses eligen hoy presidente escépticos respecto a su clase política y pesimistas sobre el rumbo que ha adoptado el país, inmerso en su peor crisis económica de los últimos 30 años.

Preguntados en la calle, muchos ciudadanos coinciden con las últimas encuestas de opinión y reclaman mayor atención de la clase política al desempleo, que ronda el 11%, a la degradación de la sanidad y la educación pública y a la inestabilidad del sistema financiero.

"Casi ninguno de los gobernantes presta atención a la calidad de vida que deberíamos tener y podríamos tener si nos esforzásemos", afirma María N., desempleada a sus 51 años.

Por su parte, Sara Meireles, que con 18 años ejercerá por primera vez su derecho al voto, tampoco oculta su confusión ante las elecciones de hoy.

"En principio no tengo ningún partido escogido -asegura-, porque vista la crisis que vive Portugal es difícil ver a alguien a quien votar. Prefiero no votar a nadie".

En total, hay seis candidatos de las más variadas tendencias y con muy diferentes programas que se postulan a la jefatura de Estado, cargo para el que Aníbal Cavaco Silva, conservador y actual presidente, es claro favorito de las encuestas, seguido del socialista Manuel Alegre.

Indiferencia

Pese a tener un notable abanico donde escoger, cuando se aborda a los lisboetas abunda el escepticismo y la indiferencia ante la elección del nuevo inquilino del palacio de Belem, sede oficial del presidente de la República.

El principal problema de Portugal es "no creer en casi nada y tener un futuro muy incierto", remata María N., aunque ella tiene decidido votar al independiente Fernando Nobre, a quien los sondeos sitúan tercero, con un 10% de los votos.

Entre los más jóvenes hablar de las elecciones hace aflorar el desencanto en que vive la mayor parte del país, según reflejan también los más recientes sondeos.

El azote del paro se siente con fuerza en la nueva generación lusa y Sara Meireles, que estudia Educación Física, ve el futuro difícil: "No tenemos la seguridad de lograr un empleo".

Para Miguel Braga, un profesional de 36 años, el escepticismo y la poca credibilidad que inspiran los políticos justifica votar en blanco. "Existe una enorme diferencia entre lo que piensan las personas y aquello que dice la clase política. No hay nadie que represente el descontento general", sostiene.