Vamos de vértigo; yo voy deprisa, aunque estoy aprendiendo a pausar. Se me presentan muchos frentes y los quiero cerrar todos.

Intento tener al día todo en un engranaje lo más eficaz posible, pero llegará el momento en que eso ni debe ser bueno ni debe llevar a nada. De cualquier forma, me gusta echar una mirada atrás, siempre me fascinó eso; se aprende y se prenden nociones. Es un ejercicio estimulante.

Mi buen amigo Toño Armas me proporcionó, hace diez años, el privilegio de entrevistar a Carlos Falcó, Marqués de Griñón, que llegaba a la Isla invitado para una cata magistral de sus vinos, de la D.O. Dominio de Valdepusa.

Desde luego, son entrevistas éstas que no se olvidan jamás, aparte de que saliera en la primera al día siguiente. Saludé otras veces en congresos y encuentros vitícolas al Señor Falcó y la verdad es que siempre tuvo el gesto con un servidor para el saludo de rigor, sinónimo de reconocimiento.

Entonces como ahora, el prestigioso bodeguero consideraba que su visión del enólogo, y así es en su bodega, es que debe ocuparse también de la viña, porque ahí radica un vino excelente, "y es que de una fruta mediocre solo saldrá algo a esa altura".

Hablaba de que se debe cuidar la uva en la bodega, por supuesto, pero que había que implicarse en aspectos como la vendimia o el transporte, vitales para la materia prima que se maneja. "Con una fruta mediocre no se puede conseguir nada de calidad", insistía en aquella entrevista Carlos Falcó.

Por aquel entonces, ya el bodeguero había introducido sistemas nuevos, como el riego por goteo y la incorporación de uvas innovadoras como la syrah o petit verdot. "Un gran vino debe evidenciar una presencia -afirmaba-; una capa, un color muy atractivo y que denote que tiene concentración y potencia. Debe ser largo en boca y ser equilibrado".

Recomendaba que el alcohol, los taninos, la acidez, la madera que se aporta en bodega tiene que ser un compendio en el que no sobresalga ninguno de esos elementos. "Y un gran vino debe ser complejo (como las personas), que no sea evidente de entrada sino que vayamos descubriendo al agitar la copa, los aromas en nariz, los sabores en boca, sus matices".

Sobre los vinos canarios, Falcó aludía a que tienen una historia muy extensa. En su libro "Entender de vinos" menciona la referencia que hace Shakespeare de la malvasía canaria. "Eran muy apreciados en los mercados del norte de Europa, especialmente Inglaterra en el siglo XV; ahí empezó la gran aventura y prestigiosa de los vinos canarios, que probablemente estaban más cotizados entonces que los de Burdeos".

"Creo que la enorme ventaja del Archipiélago es que tiene unos terruños, microclimas, suelos y una tradición en cada una de las islas, algo que las hacen muy diferentes", afirmaba entonces. "Es una ventaja, digo, no para producir millones de botellas para supermercado, sino para producir caldos de calidad que buscan la personalidad diferenciada de los vinos".

A modo de título, el entrevistado fue conciso. "Sobre todo, un gran vino está obligado a dar placer... y punto".

Hace diez años, pero como si hubiera sido ayer.