Apenas unos días del presente ejercicio, ya nos ha dado una idea de las dificultades a las que nos enfrentaremos como inversores.

Una economía mundial que crece a tasas muy bajas, con evidentes divergencias entre distintas zonas. Un fuerte recorte en el precio de las materias primas, sobre todo las energéticas, que en algunos casos favorece el crecimiento de unas economías pero que al mismo tiempo compromete no solo ese crecimiento en otras, sino su propia viabilidad. Esto se traslada a las divisas, con una fuerte apreciación del dólar estadounidense frente a las principales monedas mundiales. Lo que amplifica las tensiones geopolíticas que arrastramos desde el ejercicio anterior, entre los que cabe señalar los evidentes problemas económicos de Rusia y la convocatoria de elecciones anticipadas en un país miembro del euro, Grecia.

Por si fuera poco, los bancos centrales continúan en esa vorágine de ampliar la masa monetaria como si no existiera límite alguno. O como si estas medidas no tuvieran efectos en el conjunto de la economía. El más evidente son unos tipos de interés absolutamente deprimidos que complican enormemente la gestión patrimonial a inversores de perfiles muy conservadores, o que tienen una especial orientación a activos monetarios y a muy corto plazo.

Esas intervenciones también generan efectos colaterales, donde cabría señalar el precio y las rentabilidades de la mayoría de la deuda pública de la zona euro, que bajo mi punto de vista no muestra ni la realidad económica de sus emisores, ni las expectativas de inflación, ni mucho menos las expectativas de crecimiento.

Lo hemos repetido muchas veces: las intervenciones, sean de la naturaleza que sean, distorsionan el devenir natural de los acontecimientos. Y esas distorsiones, aparentemente benignas, pueden estar gestando un problema aún mayor. Encomendarnos al BCE no es la solución, ni para los problemas de inflación, ni para los de crecimiento o empleo.

Las variables antes mencionadas de manera muy esquemática, entre otras, son las responsables del aumento de volatilidad en los mercados, que se ha hecho evidente en los comienzos de este año 2015, y que ha llegado para quedarse.

Así que es esta nueva realidad hay que recordar y tener presentes los principios básicos como inversores, porque esas situaciones, esos aumentos en la volatilidad de los activos, se trasladarán a nuestras carteras de inversión. Y lo que no podemos hacer es buscar una reinterpretación a nuestra estrategia de inversión cada vez que suceda un acontecimiento económico de cierta relevancia (y no hablamos de los "cisnes negros"...).

Tener claro qué quiero hacer con mis inversiones objetiviza la toma de decisiones y permite eliminar la pasión y la subjetividad, ese sentimiento inmediato de darle una interpretación crítica a un acontecimiento súbito. Al mismo tiempo, ser consecuente con la toma de decisiones estratégicas, que se suponen meditadas y medidas, y no invalidarlas ante cualquier cambio de panorama. Mantener esa fortaleza que me da la convicción de haber actuado de forma planificada e informada.

La gestión de nuestras inversiones es un trabajo que nunca acaba, ni descansa.

EAFI, nº 65 registro CNMV

Socio As. Financiero PARANGON Family Office