Monte adentro, entre el humo y el calor de los hornos, un gremio dominado por mayores lleva la dura faena de producir carbón vegetal en Cuba, actividad que se ha convertido en un singular filón dentro de la deprimida agricultura de la isla al lograr exportaciones crecientes en la última década.

Gerónimo Cumaná, de 66 años y con 55 de experiencia en el oficio, quema los cúmulos de troncos con la única compañía de sus cinco perros en un paraje intrincado de Nueva Paz, al sureste de La Habana, donde aseguró que para ellos, los carboneros, "las cosas han cambiado bastante".

En los últimos años el salario promedio de los carboneros vinculados a la exportación se triplicó, y el auge de ventas, en particular a Europa, permitió que reciban otras ganancias a partir de las divisas que Cuba obtiene cada vez que liquida un contenedor.

El año pasado el Ministerio de la Agricultura (Minagri) exportó 70.200 toneladas de carbón vegetal -a precios que rondan los 300 dólares la tonelada- y, según expertos, las cifras seguirán en ascenso porque el producto necesita pocos recursos y la ganancia es alta.

El Grupo de Agricultura de Montaña, por ejemplo, una de las entidades estatales integradas en el Minagri, disparó asombrosamente su exportación en la última década con un incremento desde 20 hasta más de 18.000 toneladas.

Existen también carboneros independientes que venden su manufactura a las entidades forestales del Estado, sobre todo en provincias del centro y este de la isla, de donde actualmente salen los mayores volúmenes.

"Es el oro del momento. El segundo renglón en ingresos que tiene hoy el Ministerio de la Agricultura después del tabaco", dijo la funcionaria del Minagri, Raquel Palacio.

Según esta especialista forestal, el mercado ha aumentado y la demanda es "enorme".

"Coyunturas internacionales como la protección del medio ambiente han hecho que países como Argentina y Paraguay, que nos hacían competencia en la región, hayan tenido que disminuir su producción, y Cuba respondió para cubrir el mercado europeo con una producción ecológica", explicó.

España, Portugal, Italia, Grecia, Alemania, Israel, Canadá, Turquía y Bélgica están usando carbón cubano hecho de maderas pesadas, siendo la más cotizada la del marabú, la planta plaga a la que el Gobierno de Raúl Castro declaró la guerra para recuperar las tierras ociosas del país e impulsar su decaída agricultura.

En un giro de tuerca, el extendido azote del marabú, que inutilizó millones de hectáreas, se convirtió en materia prima principal para producir el mejor carbón cubano.

"Los campesinos, en sus casas, siempre hicieron carbón de marabú, porque dicen que da mejor sabor a la comida", indicó Ramón López, jefe de un equipo de productores en la provincia oeste de Mayabeque.

Pero la idea nunca se generalizó. Hasta ahora. Los carboneros cuentan que cortar el marabú denso, el mejor para este fin, es difícil y peligroso pues sus tallos tienen espinas que pinchan como clavos.

Palacio dice que esperan poder limpiar todas las áreas de marabú e ir creando otras plantaciones de especies energéticas que contribuyan a mantener el gran salto dado al exterior por el sector a partir de 2004.

Ese año, concluyó una reestructuración de la industria azucarera -durante siglos empuje de la agricultura y la economía cubana- que eliminó plantaciones y fábricas y facilitó que las tierras abandonadas se infectaran de la plaga.

La industria del azúcar era, además, un cliente importante del carbón en el mercado interno, que también disminuyó tras la llamada "revolución energética", un plan del Gobierno que entre sus medidas distribuyó equipos eléctricos de cocción a la población.

"Siempre se produjo carbón en Cuba, incluso volúmenes superiores a los de hoy. Lo que ha pasado es que bajó la demanda interna y ahora exportamos", aclaró Palacio.

De hecho, el de carbonero, es un oficio antiguo en la isla, forma parte de su cultura rural y está marcado por la tradición familiar.

"Es un trabajo riguroso. Se duerme poco, hay calor, peligro. El carbonero solo descansa cuando el carbón se lo permite", comentó Pedro Borrego, un campesino de 63 años.

Borrego, que antes ganaba al mes 400 pesos cubanos y ahora llega a 2.000 o más (el salario medio en Cuba es de 471 pesos) adiestra a sus hijo y yerno en este empleo con tal de conseguir relevo joven, un problema reiterativo en toda la agricultura local, que podría frenar la producción de carbón a largo plazo.

"Han mejorado las condiciones y quizás debido a eso es que llegan más jóvenes porque, la verdad, creer que a ellos les pueda gustar esto, verse así lleno de hollín al mediodía, es falso", sostuvo Borrego.

Dentro del gremio, varios opinan que los jóvenes rehuyen el trabajo "forzoso" y prefieren estudiar o encontrar ocupaciones urbanas.

"Los jóvenes de hoy no se interesan en el carbón, eso es para nosotros, los viejos. Hay gente nueva, pero no son como el viejo carbonero", consideró Cumaná, cuyos hijos lo ayudaron un tiempo en los hornos, pero al final lo dejaron.