LAS ARREMETIDAS de lo que hemos venido a llamar mercados no son más que el dinero fluyendo asustado de un lado a otro -disparado el precio del oro, la plata sube hasta niveles históricos- y produciendo mareas u olas incontrolables de gran tamaño que revientan en la costa. Tantas y tan enormes como las que en otros escenarios más aventureros buscan los surfistas de todo el planeta, pero en este caso tratando, sin querer, de huir de ellas.

En la Unión Europea, el Banco Central intenta socorrer a los amenazados por las crestas de mar y que, visto lo visto, ya pueden considerarse verdaderos náufragos ante las terribles embestidas sobre sus vulnerables y frágiles tablas.

El más expuesto se llama Portugal. Su deuda, tras alcanzar el 7,24%, paga por encima del 7,1% de interés en su bono a cinco años, teniendo que intervenir ya a las claras la moto de agua al mando de un tal Jean Claude Trichett. Los lusos quieren aguantar en su posición extrema y no quieren subirse al cacharro del rescate entre otras cosas porque en él ya se encuentran Grecia e Irlanda.

La relativa calma chicha que vivía el océano europeo de la deuda pública ha sido solo un paréntesis pasajero. El deterioro de las condiciones marítimas deja otra vez a muchos vareadores en paños menores. El diario Journal de Negocio se hacía eco de unas presuntas presiones de Alemania al país luso para que solicite la ayuda europea antes de la reforma del fondo de rescate prevista para marzo. Quizás sea la última oportunidad y pieza a sacrificar, o quizás no, lo peor es que muchos lo dan ya por sentado cuando en realidad todo va a depender tanto de la concreción de las actuaciones y de los datos que vaya alumbrando el faro del Lusitania como de las condiciones externas en las que se mueva la luna afectando a las mareas. Quién sabe, aunque la cosa esté fea y pinte mal.

Las tensiones en los países árabes vuelven locas a las olas, que ahora vienen de todas partes con protestas que se extienden a Libia y Bahrein y con las reservas puestas en todos los países de la zona, incluido Marruecos. Los credit default swaps (CDS) de Bahrein se han encarecido a diario de forma alarmante, superando los 300 puntos básicos, lo que supone que el coste de asegurar 10 millones de dólares de Bahrein a cinco años aumenta hasta los 300.000 dólares; aunque, en el caso de Egipto, sus CDS volvían a los niveles previos a la renuncia de Hosni Mubarak, los seguros de impago subían hasta los 350 puntos básicos. En Marruecos y en Túnez repuntaban hasta empezar a superar también cotas históricas.

Los rumores de que algunas entidades financieras europeas atraviesan dificultades encrestan asimismo el mar. La subida imparable de las materias primas y el petróleo, sumadas a los desequilibrios macroeconómicos mundiales, alteran además las rasantes de líquido hasta niveles de tsunami.

Y sobre todo y sin duda alguna, China, que con su arroz mil delicias potencia el nuevo panorama de amenaza. Acaba de decidir elevar, por segunda vez este año, por tercera vez en cuatro meses, otro 0,5% las reservas de capital exigidas a sus bancos. Eso significa enfriar para evitar un sobrecalentamiento de su economía y también reducir las capacidades de financiar a otros, por lo tanto, más olas. El leve respiro que supusieron sus últimos datos de inflación de enero, 4,9% frente al 5,3% esperado por los analistas, no ha convencido al gobierno de Pekín para dejar de afianzar su lago interno. En una actuación sobre todo dirigida a su mar propio, en el intento por moderar la concesión de créditos y dada su importancia creciente en el mundo, lanza nuevas olas con mar de fondo a las finanzas mundiales. A partir del 24 de febrero, los mayores bancos de China habrán de tener un nivel mínimo de reservas del 19,5%. Tengan en cuenta que para las cajas de ahorros en el Estado español se están exigiendo porcentajes en torno al 10%.

Han dicho: "Ya está bien de financiar a los demás", y los parapetos levantados hacia dentro en la segunda mayor economía mundial -que desde hace tiempo ha desplazado a Japón- suponen un foco poderoso de inestabilidad tormentosa exterior en lo que en nuestro desconocimiento llamamos mercado y que en una parte muy importante proviene de ellos mismos, de los chinos. Antes de la mencionada intervención de su Banco Central, el tipo de interés interno vigente en el gigante asiático subía al 6,06%, desde el 5,81% anterior. Como aquí, cuando iban bien las cosas. La tasa de los depósitos a un año repuntaba, igualmente, desde el 2,75% hasta el 3%.

Por todo esto, los hostigamientos hacia la tabla de los desvalidos surfistas afloran de nuevo en los mercados. Nuevamente surgen las tremendas olas y la tormenta sobre la deuda portuguesa amenaza al pequeño flotador que está haciendo todo lo que humanamente puede. La huida de los inversores vuelve a generar el susto, el pequeñín por lo menos no va a salir de esta.

El interés exigido al bono portugués a diez años escalaba hasta el 7,66%, un porcentaje inédito desde la introducción del euro. El 7% de interés en la deuda a diez años de Grecia e Irlanda fue el preludio de sus respectivos planes de rescate. Con la prima de riesgo superando los 430 puntos básicos, Portugal afronta vencimientos de deuda en abril y junio por unos 9.300 millones de euros.

Claro, más que el efecto contagio, el efecto vulnerabilidad se traslada a todos los demás surfistas en situación comprometida. Directamente a la deuda del Reino de España, que este año 2011 requerirá más amortizaciones o renovaciones -más bien lo segundo- que el año pasado. El riesgo país amplía de momento ligeramente su reciente deterioro, y aumenta su margen por encima de los 200 puntos básicos, hasta rozar los 220. Vamos a ver qué pasa en China, en Marruecos, en Alemania o lo de Portugal. Vamos a ver qué sucede con el cambio del yuan y con las reservas de capital, con las materias primas o el petróleo. En cuanto a los bancos españoles tienen que devolver o renovar 63.272 millones en 2011 y nada menos que 100.487 millones en 2012, que por la parte privada será el año más complicado.

Es decir, que me gustaría equivocarme pero todavía nos queda remar mucho hacia la costa.