Un recurrente anuncio de una marca de yogur emitido por la televisión allá por los años 80 en el que un niño ataviado con traje y corbata decía: "Yo de mayor quiero ser jefe" no sólo se convirtió en un clásico de la publicidad sino que guió las aspiraciones de buena parte de una generación que dejó de anhelar un futuro como delantero centro de un afamado club de fútbol, cantante de una banda de rock o propietario por vía de oposición de una plaza numeraria en el parque de bomberos municipal para focalizar todos sus esfuerzos conseguir ocupar un espacioso despacho y convertirse en el mandamás de una oficina.

Sin embargo, por contradictorio que parezca, Antonio Pardo Tebar -uno de aquellos niños mediatizados por el influjo de los rayos catódicos- que hace algunas semanas fue galardonado con el premio Directivo Plus del año 2009 en la categoría de pequeñas y medianas empresas (pymes) por su desempeño en la labor de consejero delegado de la firma Global Premium Brands, opina que el concepto de jefe está ya caduco.

Pardo que, de este modo, está considerado como uno de los diez mejores jefes del país, destaca que es un honor haber recibido tal distinción, pero precisa que él solo ha aportado el nombre y los apellidos a este reconocimiento que, en realidad, es para todo su equipo.

De hecho, defiende que "en el siglo XXI es vital que las organizaciones trabajen bajo un sistema horizontal donde no existan jefes, sino que cada uno tenga un rol determinado y aporte lo mejor de si mismo, sin estar condicionado por una figura que, por su rango, deba tener siempre la razón". Si acaso, aboga por el esquema de líder, cuya función sea la de dinamizar al grupo para que funcione de la mejor manera posible.

Además, destaca que para que un negocio marche bien "lo esencial es disfrutar de lo que haces". En esta línea, recalca: "Pasamos muchas horas al día en nuestro trabajo como para no divertirnos, y si no es así estamos perdidos". Es más, a su juicio si hay buen ambiente y el personal está motivado "se crea una especie de magia que se ve en los ojos y que es la clave de un éxito asegurado".

Como ingredientes adicionales para esta alquímica receta para el triunfo empresarial, añade grandes dosis de "humildad, compromiso, sacrificio, valentía para tirar adelante, no tener miedo a equivocarte y tener empatía con las personas".

No obstante, puntualiza que también es "riguroso y exigente" y que trata de delimitar lo personal de lo profesional porque cuando estos dos términos se confunden puede afectar al rendimiento de la compañía.

Pardo insiste en que todo esto es una visión personal del mundo de los negocios, pero en algo debe tener razón cuando con apenas 37 años está al frente de un holding que abarca las más dispares actividades, aunque todas ellas bajo el denominador común de la apuesta por la innovación y la originalidad, entre las que tienen cabida desde la distribución de productos para la hostelería y marcas de agua y bebidas espirituosas de lujo o catering de alto estándar hasta el marketing dinámico o el alquiler de minitrasteros.

Una mente inquieta

Por si fuera poco, esta "mente inquieta" con "denominación de origen" valenciana, que desde hace cuatro años se ha domiciliado en Canarias, anda enfrascado en nuevos proyectos entre los que destacan la creación de un agua de marca propia procedente de un glaciar de la Patagonia, que podría estar en el mercado en abril o mayo de 2010 o un master franquicia de complementos de moda femenina que tendrá presencia en todo el Archipiélago.

Este emprendedor, que dio sus primeros pasos profesionales como promotor de ventas afirma de manera tajante que "siguen habiendo oportunidades, pero hay que estar atento para verlas y, en todo caso, crearlas uno mismo". Eso sí, asevera que es un requisito imprescindible estar plenamente convencido y contar con un plan de negocio bien hecho, porque si no es mejor esperar".

Asimismo, argumenta que los dos grandes errores que se cometen son mezclar la amistad con los proyectos empresariales, ya que se pierde la objetividad del negocio, y lanzarse al mercado sin aportar nada nuevo", algo que califica de "un sueño de idiotas".

Por último, Pardo que pasa su vida entre un triángulo cuyos vértices los conforman Canarias, Madrid y Valencia, cree que el Archipiélago es un territorio con grandes posibilidades, sobre todo entiende que se debería incentivar su rol como centro de operaciones de cara a África.

En este sentido, y sin olvidar la importancia del sector turístico, aboga por cambiar la estructura del Producto Interior Bruto (PIB) y "aprovechar su condición insular, apostando por proyectos a medio y largo plazo vinculados con el mar, como la biotecnología y la energía marítima, así como el desarrollo de la acuicultura".