Por la megafonía de Upton Park sonó por última vez y más alto que nunca el "I''m Forever Blowing Bubbles", el himno oficioso del West Ham United, al tiempo que miles de pequeñas burbujas de jabón inundaban los 35.000 asientos de un estadio que este martes cerraba sus puertas después de 112 años de fútbol.

Los aficionados más veteranos del equipo por excelencia del este de Londres todavía conservan la tradición de pasarse antes de los partidos por el restaurante "Nathan''s Eel ''n'' Pie", abierto en 1938, a almorzar una de las delicias culinarias de esta parte de la capital: el típico ''pie and mash'', una empanada de carne picada de ternera y puré de patatas, y las menos atractivas ''jellied eels'', anguilas cocidas en gelatina.

Tras el almuerzo, y antes de poner rumbo a Upton Park, la tradición dice que hay que tomarse al menos una pinta de cerveza en The Boleyn Tavern, el pub situado en Barking Road, a pocos metros del estadio.

Antes de llegar a Boleyn Ground -la inmensa mayoría de los seguidores lo llama Upton Park-, una estatua de los exfutbolistas e iconos del West Ham Bobby Moore, Geoff Hurst y Martin Peters recibe al visitante y le recuerda que tres de los estandartes de la selección inglesa que conquistó la Copa del Mundo de 1966, el único Mundial que atesora Inglaterra, eran patrimonio de los ''hammers''.

Dentro ya del estadio, y antes de que el árbitro dé el pitido inicial, los 35.000 espectadores que acuden cada dos semanas a ver a su equipo entonan, entre una nube de burbujas de jabón, el que ha sido su himno oficioso desde finales de la década de 1920, el "I''m Forever Blowing Bubbles" ("Estaré soplando burbujas para siempre").

La canción continúa -"Pretty bubbles in the air, They fly so high, Nearly reach the sky"- mientras los jugadores de ambos conjuntos y el trío arbitral saltan al terreno de juego.

Ese ha sido el ritual prepartido en un estadio por el que han pasado algunos de los mejores futbolistas de la historia de la Premier League, como Trevor Brooking, Geoff Hurst, Bobby Moore, Paolo Di Canio, Billy Bonds, Alan Devonshire o Rio Ferdinand.

Ahora, tras 112 años de vida, en los que se han jugado 2.398 encuentros (1.274 victorias, 541 empates y 583 derrotas), Upton Park cierra sus puertas y el West Ham pone rumbo al distrito de Stratford para jugar en el Estadio Olímpico de Londres, construido para los Juegos de 2012 y con capacidad para 60.000 personas.

El moderno estadio, situado en el Parque Olímpico Queen Elizabeth II, será la nueva casa de los ''hammers'' durante los próximos 99 años.

El nuevo coliseo de los del este de Londres ha atraído a más aficionados que nunca, y el club ya ha confirmado que ha llegado, por primera vez en su historia, a los 50.000 abonados para la próxima temporada, más que cualquier otro equipo de la capital y el segundo en la Premier League, sólo por detrás del Manchester United.

Precisamente fue el United el último rival del West Ham este martes en Upton Park, en un partido en el que los de casa remontaron dos goles para hacerse con la victoria (3-2) y ofrecer la despedida que merece el que ha sido su hogar durante las últimas 112 temporadas.

Tras el triunfo, ninguno de los 35.000 espectadores que asistieron en directo al partido -las entradas en reventa alcanzaron las 2.000 libras (2.500 euros)-, abandonaron sus localidades para presenciar un espectáculo que rindió homenaje a algunas de las leyendas de los ''hammers''.

Después de un espectáculo de fuegos de artificio acompañados del "Twist and Shout", de The Beatles, otra de las canciones más características del club, como banda sonora, y muchas, muchas pompas de jabón, se proyectaron en las pantallas gigantes imágenes de algunos de los momentos más destacados que se han vivido en Upton Park.

Con un espectáculo que costó a las arcas del club cerca de 250.000 libras (317.000 euros) y que contó con la presencia futbolistas y exfutbolistas que hicieron historia en la institución, Upton Park apagó las luces después de 112 intensos años de vida deportiva.