El boxeo, en su más pura esencia, jamás ha soportado que un púgil con los guantes colgados como lámparas, en plan provocativo y chulesco, encima se ría entre el ensogado y frente a su rival de turno. El pugilismo, de raíces olímpicas, es una manifestación del músculo que merece todos los respetos y donde siempre se ha valorado el sacrificio, el tesón, la seriedad y, sobre todo, la compostura entre los púgiles y hacia el público.