Más de un centenar de obras, presentadas bajo el título "Pedro González. El espacio y el hombre", ofrecen un completo recorrido por la trayectoria artística del apreciado pintor lagunero (Valle de Guerra, 1927 - La Laguna, 2016), en la muestra que se desarrolla, hasta el próximo 11 de febrero, en el Espacio Cultural de la Fundación CajaCanarias en la capital tinerfeña.

Esta retrospectiva, que ha sido visitada hasta la fecha por cerca de cuatro mil personas, mil cuatrocientas de las cuales fueron escolares, según fuentes de la sala, está estructurada en orden cronológico con las diferentes series que realizó el fundador del grupo Nuestro Arte desde sus inicios, en el año 1959, con "Mujeres y casas", hasta 2009, "Paisajes y figuras", que acoge algunas obras inéditas.

El crítico de arte y comisario de la exposición, Carlos Díaz Bertrana, mantuvo un estrecho vínculo personal con el artista lagunero, al que considera uno de los creadores más originales de Canarias, sorprendente, auténtico, con una potencia y una sensualidad que expresó con un lenguaje muy propio que supo estimular la sensibilidad, el pensamiento y la imaginación.

"Cuando Pedro González fraguó su propio lenguaje, el momento en el que encuentra su pintura o su forma de decir, fue en 1960. Es una abstracción lírica y el momento de la serie Icerse, con las masas flotando en el espacio. Una obra muy poética, muy lírica, al borde del silencio, profunda como decía José Hierro. Esa forma de pintar es la que va a marcar toda su trayectoria", apuntó Díaz Bertrana.

La evolución del discurso pictórico del que fuera alcalde de La Laguna (1979-1987) estuvo marcada por la forma de colocar las manchas de color en el espacio en blanco al que se enfrentaba todos los días en su estudio, incluso cuando la política le "comió" muchas horas de dedicación a su verdadera pasión: el arte, su enseñanza y su difusión.

"Lo más importante para él va a ser la forma de organizar todo el espacio pictórico, mucho más importante que cualquier narrativa. La primera anécdota que aparece en su obra tras Icerse es Cosmoarte. Esas masas empiezan a moverse, a coger más color, antes eran prácticamente grises, casi con luz crepuscular. Empiezan a coger más colorido, se dinamiza y aparecen formas más o menos antropomorfas, al principio recuerdan como a unos esqueletos que, poco a poco, van evocando a astronautas. Formalmente está pasando de la abstracción a la neofiguración".

González fue un maestro, original, intenso y versátil que supo encontrar un lenguaje propio más ajustado a su temperamento, apasionado, tempestuoso y barroco, además de desarrollar un gusto por un espacio muy agitado en el que hizo lo que le dio la gana.

"Una cosa en la que siempre insistía era en la autenticidad. Decía que es muy importante que si tienes que meterte a fondo en el lienzo, tienes que sacar lo mejor de ti mismo y ponerlo allí. Si les gusta a otras personas, muy bien, pero tienes que ser auténtico e intentar hacer una obra absolutamente tuya, aunque ser auténtico tampoco garantiza nada".

Cuando Pedro González regresó de Venezuela a Tenerife, la realidad artística de la Isla estaba dominada por las acuarelas de Bonnín, buganvillas y vistas del Teide, técnicamente muy correctas y bonitas, pero ancladas en una época que la distanciaba de lo que se hacía en Europa. El período de Gaceta de Arte y de la exposición surrealista quedaron relegadas al olvido tras la Guerra Civil.

Cambió todo cuando apareció él con su obra abstracta. "En torno a González surgió un grupo de gente, artistas, poetas, literatos..., que se pronunciaron contra lo establecido. Es cuando funda el grupo Nuestro Arte. Todos los que estábamos queríamos que cambiaran las cosas (...). Una de las principales aportaciones de Pedro es que recuperó otra vez la tradición de la modernidad para el arte canario", apuntó Díaz Bertrana, aunque también destacó el papel del intelectual tinerfeño Eduardo Westerdahl.

Otro aspecto importante del creador lagunero fue su labor pedagógica. Fue un intelectual que transmitió su pintura y sus conocimientos del oficio a través de la enseñanza y de los artículos que publicó en los periódicos en los que hizo alegato del pensamiento del arte moderno. "Fue un artista comprometido con el arte y con la sociedad de su tiempo. Enseñó que había un mundo moderno y la forma de componer los cuadros según los criterios de la modernidad".

El periodo en el que fue alcalde de La Laguna no fue la etapa más feliz de su pintura, aunque siempre mantuvo el oficio. "Cuando se metió en la política y salió alcalde su obra se hizo más dramática y tensa. Salieron retratos de personas muy desagradables. No fue su pintura más feliz, sino que se hizo más negra, más gris. No tenía tiempo para experimentar demasiado en el lenguaje de la pintura. Hizo retratos e interiores excelentes, pero conoció una parte de la existencia humana desconocida para él y eso se le metió en la pintura. Su paleta es más negra".

Una técnica impecable, muy rica, un perfecto dominio del dibujo y mucha originalidad lo convirtieron en un virtuoso que sirvió de inspiración a varias generaciones de artistas que siguieron su estela, dominada por la potencia expresiva de sus óleos. "Él trabajaba con un montón de capas finísimas de pintura y después raspaba o le echaba manguerazos, entonces aparecían debajo ciertas texturas, profundidades y matices que son la forma de pintar de Pedro. Conseguía unos efectos muy interesantes pictóricamente".

Carlos Díaz Bertrana

comisario de la exposición