En la obra de Cervantes "un loco y un necio se permiten pontificar -a veces con muy buen sentido- sobre todo lo divino y lo humano", destaca Rogelio Reyes Cano, catedrático de la Universidad de Sevilla, para relacionar esa circunstancia con la modernidad literaria que parte de Erasmo de Rotterdam.

"Los locos de Cervantes y otros estudios literarios", publicado por la Universidad de Sevilla, es el título que Reyes Cano ha elegido para agrupar sus estudios sobre Cervantes y los cuentos de locos, sobre la "loca lucidez" de Alonso Quijano, sobre la literatura del loco en la Sevilla del Siglo de Oro y sobre "predicadores locos" y "locos agudos" en el mismo periodo histórico.

La filiación erasmiana del Quijote fue ya señalada por Francisco Márquez Villanueva y Antonio Vilanova, recuerda Reyes Cano, quien no obstante matiza que el "Elogio de la Locura" de Erasmo ya se insertaba "en una tradición de origen clásico que discurrió por los siglos medievales y produjo sus mejores frutos en el mundo del humanismo renacentista".

Y dentro del ámbito renacentista -añade el profesor- "en las obras de sus autores más innovadores, como Castiglione, Ariosto y otros varios", los cuales, como Erasmo, "formularon un concepto positivo, liberador y paradójico de la locura, convirtiéndola en una suerte de locura cuerda que operó como recurrente artificio literario para el ejercicio de la crítica social y moral y la desmitificación de los valores establecidos".

Erasmo hizo hablar a la locura en primera persona y la convirtió en "un elemento válido para juzgar el mundo", recuerda el profesor para enlazar con la "audacia" de un "pobre diablo" llamado Lázaro de Tormes, quien "tendría la desfachatez de contar su vida y opinar sobre las ajenas y de otorgarse a sí mismo la condición de héroe y protagonista de la narración".

De ese enfoque el recurso esencial es, según Reyes Cano, "el de la inversión en la jerarquía de valores, alterada por obra y gracia de una ''troupe'' de locos y tontilocos, necios, bobos, bufones y truhanes que se tomaban la libertad literaria de hablar en serio", unos personajes que "combinando sorprendentemente la locura o necedad con la sensatez y discreción, se presentaban ante el mundo como difícilmente clasificables a la luz de los esquemas mentales y literarios convencionales".

Reyes Cano añade que esos personajes "traían además un aire subversivo y provocador que llegaría a alterar notablemente la retórica de los géneros, ya que daría carta de naturaleza al principio de la ambigüedad del héroe como un valor positivo y moderno, producto a su vez de la ambigüedad inherente a la misma condición humana".

El profesor sostiene que "el héroe cervantino razonaba con una lucidez y un sentido común que todavía hoy nos sigue admirando" y que otro tanto sucede con Sancho "cuya tosquedad de formas, modales bufonescos y hablar castizo contrastaban paradójicamente con la agudeza intelectual con que supo resolver los enigmas-trampas" que le son propuestos en varios pasajes del Quijote, como en la ínsula Barataria.

Reyes Cano recuerda igualmente que, aunque ningún otro de sus personajes alcanzara la dimensión y trascendencia moral del Quijote, Cervantes reiteró "el paradigma del loco-cuerdo o del cuerdo-loco" en otras obras, como fue el caso del "demente lúcido" que fue el licenciado Vidriera o el matemático loco que sitúa en "El coloquio de los perros".

El profesor concluye que "con su mirada solidaria y misericorde, Cervantes despliega frente a los locos una ilimitada capacidad de comprensión para su desvarío; un desvarío que tantas veces esconde un punto de sorprendente lucidez".