Antes de que vuelvan a reunirse en el teatro Leal de La Laguna -el 18 de octubre- para beber con el "fantasma" de Dylan Thomas, el cantautor Andrés Molina, el poeta Pedro Flores y el pianista Samuel Labrador han visto cumplido el sueño de publicar el libro-CD-DVD "El hombre que bebió con Dylan Thomas" (El Ángel Caído). "Han sido muchos los vericuetos que hemos tenido que sortear para tener este trabajo en la calle. En Alemania, que fue donde se dio forma al soporte audiovisual, surgieron algunos inconvenientes que retrasaron la llegada de este material a todo el territorio nacional", comenta Molina.

Andrés admite estar experimentando un momento de felicidad al ver cómo toman vuelo los 20 temas "de un concierto que se grabó de un tirón, cuando normalmente se suelen organizar varias jornadas de trabajo con la intención de compactar mucho mejor las canciones. Eso habla muy bien del grado de entendimiento que existió entre el cantante, el poeta y el pianista", precisa el músico sobre una experiencia que, a su juicio, es fácilmente vehiculizable porque solamente somos tres personas en el escenario y todo es muy sencillo: un piano, una guitarra y la voz", describe en relación a un formato que ha girado por distintas localidades del Archipiélago. "Esto lo hemos pensado con la intención de sacarlo fuera de las Islas".

Una de las cuestiones más valiosas que Andrés Molina ha identificado alrededor de "El hombre que bebió con Dylan Thomas" tiene que ver con la suma de talentos. "Contar con la colaboración de Pedro Flores, con toda una carrera repleta de premios y reconocimientos, a pesar de que lamentablemente la poesía se sigue viendo como algo minoritario, es un lujo al que hay que añadir la trayectoria de Samuel, que en un primer momento puede ser considerado como un pianista jazzístico, un músico de garantías en cualquier proyecto. Es cierto que este tipo de formatos tiene unas miras bastante reducidas, pero hay un público que quiere ver este trabajo y nosotros estamos dispuesto a mostrarlo... Nuestra labor es luchar para llegar a esa audiencia y, sobre todo, que cada día esa clientela se haga un poco más grande. En ese sentido, sabemos que alguien está esperando el contenido de El hombre que bebió con Dylan Thomas", afirma.

Dentro de una semana, Samuel, Pedro y Andrés regresan al lugar del crimen para experimentar cómo ha ido creciendo un espectáculo que genera emociones encontradas. "El otro día un señor me contó que lloró en un concierto -celebrado en Gran Canaria-; eso significa que la emoción está viva... Me dio las gracias por enseñar algo que destila tanto sentimiento", dice antes de elogiar la alta compenetración con el pianista y un poeta que tiene una "vena cómica" difícilmente rechazable.