Esta semana las redes sociales se han hecho eco de un vídeo colgado en Youtube que, bajo el título de "Repsol y piche en las playas", muestra la acción teatral realizada en una sucursal de La Caixa donde se señala a esta entidad bancaria como la principal accionista de Repsol, financiando así las prospecciones petrolíferas en nuestras islas. La acción es muy sencilla: los clientes del banco al entrar en la sucursal sienten cómo se les pegan los pies al suelo por el piche. En la cola, algunas clientas sacan sus tarjetas bancarias dispuestas a retirar su dinero, en medio de una coreografía simbólica donde juegan a despegarse del chicloso suelo. Una representante de Repsol acude a la cola, elige a una usuaria cualquiera y la embadurna de crudo hasta aniquilarla. Luego se va. La reacción de las otras clientas de la cola es dejar allí sus zapatos pegados y huir de la sucursal. Sólo una mujer, en un claro gesto de indiferencia ante lo acontecido, pasa por encima de la muerta y continúa esperando su turno, tarjeta en mano. Finalmente otros actores-clientes de la acción se encargan de denunciar públicamente la vinculación entre ambas corporaciones y su afanado interés por explotar las fosas petroleras de Canarias sin considerar el impacto social y ambiental de tal empresa. El vídeo ha tenido ya unas mil quinientas sesenta visitas y forma parte de la campaña que en todo el archipiélago se está llevando a cabo en contra de las prospecciones petrolíferas en aguas canarias.

Así funciona el teatro de agitación social: piezas breves en espacios de concentración pública, con acción y lenguaje sencillos en las que se abordan y confrontan ideas antagónicas sobre un mismo tema, con el objetivo de generar un debate sobre lo expuesto. Teatro que anima a posicionarse, frente a la inexactitud y la supuesta objetividad de buena parte del teatro actual, como si fuera posible la neutralidad de un discurso. Hechos como éste vienen a confirmar, pese a todos los pronósticos, que el teatro sigue siendo un elemento fundamental de la transformación social y de la lucha por los derechos de los pueblos. Que con acciones como éstas el teatro vive apegado a la vida, comprometiéndose con la realidad social y política donde se desarrolla, y que es una valiosísima arma ideológica al servicio de las causas más nobles. Valiente propuesta la de estos compañeros y compañeras que jugando al teatro lo han ennoblecido, al devolverle su carácter combativo, su espíritu de lucha.

Teatro crudo podría llamarse esta propuesta artística, no sólo por su vinculación con la lucha antipetróleo que lleva implícita (y su defensa de las energías renovables), sino porque efectivamente muestra la cruda realidad de un juego de intereses políticos y económicos del que los canarios y las canarias ya estamos hasta el moño, a pesar de la impertinencia y la pejiguería de los que siguen intentando llevarse la mejor parte del pastel. Que el teatro haya tomado partido en esta lucha es síntoma de la seriedad del asunto.