LA LIBERTAD es algo tan natural como el nacer o morir, como el respirar, llorar o reír, lo antinatural, lo contrario, son las cadenas, las fronteras, las banderas inquisitoriales, el amasar dinero robando moneda a moneda a los más paupérrimos, el colocar barreras imaginarias que delimitan un palmo de tierra sin dueño del siguiente palmo que es "propiedad".

Para nuestros padres Guanches, su imaginario limite de territorialidad estaba delimitado por la espuma blanca del océano de nuestras costas, de esas crestas de pura nata marina que cuando presentían peligros podían elevarse, en varios metros, cubriendo como el manto de una virgen a los hombres y mujeres que desde su humilde debilidad solicitaban protección desde la bellísima isla tinerfeña.

Cuando anochece en la isla

cuando el sol cansino inicia su retiro

tras una dura jornada de iluminar a los seres vivos

los hombres, los animales y las plantas

todo se envuelve en la oscuridad.

El océano, la mar, es cien veces más oscuro

que los llanos y las montañas, que las praderas, los caminos.

Más mientras todos duermen y descansan

el liquido elemento de ese enorme espacio del planeta

monta su guardia con las olas.

Son como un ejército imaginario

que despliega a lo largo de las costas

su bello uniforme de puro color blanco

solo roto por puntas de encaje y de bordados.

Tras la noche, con la luna como conversa en sol

se ilumina la mar y se ilumina la tierra

y los hombres inician su tarea.

Este lienzo 68 de la colección Guanche con el que nos obsequia este domingo José Carlos, representa todo el espectáculo del inicio de la incertidumbre y la preocupación. Los jóvenes Guanches no buscan conchas, ni marisco costero, buscan y encuentran pequeños trozos de algo que porta la mar y no pertenece a ese Tenerife que también conocen: son mínimos fragmentos de madera y hierro con muestras de lacas y pinturas que llevan olor a enemigo, a ese enemigo que ellos quieren pensar que no existe, porque no lo conocen.

Más tarde, por desgracia, llegarían los barcos castellanos de donde se fueron desprendiendo.

(A mi director D. José Rodríguez, con toda admiración)

Escritor y Periodista