"Espero que mis maestros Rosalina Ripoll y Miguel Navarro estén el jueves (por hoy) en el teatro Leal para verme bailar. Me hace una enorme ilusión como cada vez que vuelvo a mi tierra". Lo asegura la bailaora María Juncal, nacida en Las Palmas de Gran Canaria y formada en Santa Cruz de Tenerife, que ofrecerá esta noche lo mejor de su arte en el espacio cultural de La Laguna. Juncal es muy crítica con el trato que recibe el flamenco en su país de origen, tanto como para llegar a afirmar: "Este género musical se cuida, se respeta y se venera más en cualquier escenario del mundo que en España".

¿Le hace ilusión bailar en su tierra?

Siempre supone una alegría y una gran emoción volver a la que ha sido mi casa y trataré de disfrutarlo al máximo. Además, lo haré en un teatro Leal renovado y en una ciudad entrañable como La Laguna para ofrecer una función cálida, flamenca y bonita.

¿Qué tipo de espectáculo ofrecerá en el teatro Leal?

Un espectáculo de flamenco en su forma más natural; es decir, con cante y guitarra. Me apetecía volver a esta raíz como fuente de inspiración. La voz del cantaor y la guitarra serán el camino durante un recorrido por tres de las piezas más representativas de mi carrera.

Abre hoy un ciclo en una tierra un poco "despegada" del flamenco. ¿Qué le diría al público para que acuda al teatro?

Reconozco que eso es verdad porque a mí incluso me llegaron a decir qué hacía bailando algo que no era canario cuando el arte y la música son universales. Pero mi relación con el público siempre ha sido aquí calurosa, de afecto y emoción. Este es un ciclo, además, de gente joven, que viene pujando fuerte y con energía para darle vida al flamenco durante muchos años más. Creo que aportamos y renovamos con una mirada del siglo XXI sin olvidar de donde venimos.

Procede de una familia con tradición flamenca, los Borrull. ¿Lo ha "mamado" desde niña?

No tanto como pudiera parecer porque mi familia se había afincado en las islas y se había alejado un poco de sus raíces flamencas, pero existía algo genético y muy profundo porque los Borrull forman parte de la historia del flamenco. Solo me hacía falta el Cola Cao para mezclar con la leche.

¿Cómo recuerda sus inicios?

Con mucho cariño. Estudié en Santa Cruz con Rosalina Ripoll y Miguel Navarro. Me brindaron su escuela que era su casa para que abriera la puerta temprano y la cerrara al final de la jornada. Me inculcaron el amor por el baile y la disciplina en la danza. Espero que estén este jueves en el teatro Leal. Luego hice baile clásico español por los hoteles del sur con un grupo, "Raíces flamencas", antes de irme a Madrid y encontrarme ya con el flamenco puro.

Usted es bailaora y también coreógrafa. ¿Son las dos caras de la misma moneda?

Depende, no siempre es así. En mi caso, sí, porque hago mis coreografías y las de otros bailarines o compañías. Empecé poco a poco en este camino y ahora casi no tengo otro. Lo hago porque me gusta y porque necesito bailar lo que creo, lo que yo misma invento y lo que está en mi rítmica interior.

¿Por qué los japoneses entienden tan bien el flamenco?

Esta es una expresión artística que tiene una llave mágica para abrir los corazones en todo el mundo, en Alaska o en Japón. Tal vez porque llega a la entraña y toca hilos muy profundos. Se "abreva" en unas fuentes de enorme interioridad. No solo con sentimientos de tristeza, sino también de alegría, de amor o desamor. La espontaneidad y la energía que salen del escenario se proyectan y llegan al público, sea de donde sea. La gente queda impresionada y se emociona con lo que ve y escucha. El flamenco se cuida, se respeta y se venera en cualquier escenario del mundo. Por desgracia, donde menos ocurre eso es, precisamente, en su cuna, en España.

Estuvo en Los Ángeles junto a Debbie Allen, la bailarina y actriz de "Fama". ¿Esa fama cuesta tanto como ella decía?

El concepto de fama está bastante maltratado. Bailar o montar un espectáculo cuesta, y mucho, supone un gran sacrificio siempre. Disfruto mucho de todo el proceso hasta conseguir mi meta. Diferenciaría fama de popularidad porque en mi ámbito profesional, por el boca-oreja o través de internet, soy conocida y más o menos popular, pero no famosa ni lo pretendo.

¿Ganar en el Festival del Cante de las Minas supuso un punto de inflexión?

Tanto este como los otros premios que he ganado, dentro y fuera de España, han sido una inflexión más en lo personal que en lo profesional por el esfuerzo que me costó, el tiempo que invertí y mi sacrificio personal porque esto es muy duro. Todos mis premios son más valorados fuera. El de las Minas es menos antiguo que el Córdoba, por ejemplo, pero allí está toda la profesión, tiene peso específico y enorme trascendencia. Con los años se verá la repercusión, aunque suponen un respaldo para cualquier currículo.

¿La crisis afecta a la danza y al flamenco?

Las instituciones siempre recortan en la cultura, pese a ser un alimento fundamental para la sociedad. Hay un exceso de austeridad, o para ser más clara, de miseria institucional con la cultura. El artista tiende a autoalimentarse, más en estos tiempos complicados, y a convertirse en una especia de Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como, que es lo que me ocurre a mí porque estoy presente en todo el proceso, desde la producción hasta el momento de salir a escena.

¿Qué cualidades debe tener una buena bailaora?

En primer lugar un buen oído rítmico, pero lo fundamental es querer llegar a serlo. El amor por conseguirlo es la clave y luego el trabajo, por supuesto.

¿Cuál ha sido la mejor bailaora de la historia?

Me sigue impresionando, cada vez que la veo, Carmen Amaya porque después de tantos años sigue levantándome del suelo su "olor" y su fuerza al bailar.

¿Algún proyecto de futuro?

Tengo uno que, caso de concretarse, sí va a suponer un punto de inflexión en mi carrera, pero aunque no soy supersticiosa voy a reservarme el adelantar nada para que salga todo bien.