ACASO ME MIRAS, y no me ves, y ni el caudal de humanidad que mana de esta piel mía te dice nada. Si supieras que pervivo bajo esas ropas tuyas que te esconden, que estoy más en ti que tu mundo, que siento por ti lo que no sabes de ti, tú, que me miras. No conoces el pulso de mi mano, ni mi mano en la madera, ni la madera en la piedra, ni la piedra desde la que observo por ti la vida en calma, sereno, sujeto al suelo como un drago, vigilante ante el próximo destello de eternidad que crepitará como cada instante en estos parajes, donde moran el lagarto y el pinzón, el aceviño y el cupreso, la simple hierba húmeda, la bruma gris, y yo que aguardo, y tú, que me miras. Me abrigo en todos ellos, que me seducen, que me traen la fuerza bebida de Magec desde el despertar del día hasta que muere la luz allá donde no conozco. Pero tú no sabes las tareas que acumulan mis cabellos de ceniza y madurez, los nombres que puse a los hijos de Achamán, el tiempo que hace que celebro esta tierra y cuánto puede ser un hombre capaz de amar su lugar.

Y acaso me miras… ¿No ves mis ojos? Hace tiempo conocieron las sendas de la isla, el techo estrellado de las noches de verano cuando, a la intemperie, dormimos apiñados los nuestros, como un cuerpo único acunado por la mano del Sublime. Estos ojos han visto al mar alzarse en lenguas y trepar la tierra, correr las nieves hechas agua por barrancos y laderas, trazarse el cielo en mil colores, y hasta llegar mundos ajenos a quedarse con este hogar que, tú, que me miras, no ves.

Aguardo, por eso, una palabra de ti, no una excusa, ni un canto, ni una arenga. Una palabra de ti, la que aún no has dicho, la que trato de oír en el silbo del viento de madrugada, la que busco, afinada la atención, y aunque pongo toda mi vida en ello, no llega. Y tú, que me miras, callas, no me alcanzas, no me ves, no dices nada, como si estos siglos de olvido y desencanto hubieran marchitado tu alma, la que en mí fue brava aquel entonces, la que espera como yo esa palabra que no llega, esa voz de ti que, cuando me bese el rostro, será más poderosa que la historia. Y será el alba de nuevo, y mi pueblo, nuestro pueblo, venido al presente como una brisa mansa, sabrá que existe y que perdura.