IGUAL que fue tu vida fue tu muerte, querida Társila: tranquila, sencilla, silenciosa, serena. Dios no quiso que sufrieras; te dormiste para despertarte en el Cielo. ¡Qué dulce despertar, amiga mía!, seguro que estarás haciendo el más dulce de los poemas allá en las alturas; tú que tanto hablabas con Cristo. Recuerdo los versos que le dedicas en tu libro "Brisas": "Creo en Ti, Señor, porque hay árboles y flores/ porque hay nidos en cada primavera/ porque hay un mundo más allá del viento/ porque hay en cada espiga una promesa". Sí, querida Társila, es el mundo donde te encuentras ahora, en el que tú creíste siempre.

Tu tertulia Tagoror se ha quedado huérfana de tu voz y de tus versos, huérfana de tu sonrisa y de tu buen humor, porque tú nunca dejaste de ser niña, tu vida estuvo llena y plena hasta el momento de tu partida, no perdiste ni un segundo a pesar de la enfermedad que padecías; te sorprendió el viaje cuando escribías tus memorias, cuando coleccionabas cosas, porque tú vivías y pensabas como una niña; era gloria escucharte. En la calle siempre te encontrabas con alguno de tus alumnos, porque tu vida fue una docencia total, ¡has impartido tus clases a tanta gente…! En La Orotava, en tu colegio Farray, en Santo Tomás de Aquino, colegio del que fuiste fundadora junto a D. José Estebes, alcalde que fue en su día de La Orotava; las Dominicas de Santa Cruz, en el Instituto Andrés Bello y en San Hermenegildo, Colegio Militar de La Cuesta...

Tu libro de ciencias naturales aún sigue formando alumnos en los colegios de Venezuela, ya que estuviste junto a tu esposo en ese querido país. Porque todos sabemos que eras licenciada en Latín y Griego, y que viajaste a Madrid a sacar la cátedra, y que hasta hace muy poco impartías clases particulares, pero todo ese saber lo querías agazapar bajo esa capa de humildad que te cubría. No podías vivir sin entregarte a la enseñanza. Los animalitos eran tu obsesión, las palomas y los gatitos perdieron mucho con tu ausencia, ya lo decía el párroco de la iglesia del Pilar en la primera Eucaristía por tu alma. Seguro que el Cielo está de fiesta con tu presencia, y seguro también que cualquier noche que miremos a lo alto te veremos columpiándote en las estrellas, o jugando al escondite con la Luna junto a esos angelotes amigos tuyos con los que formarás otra nueva tertulia, con los que seguirás alabando al Señor, diciendo: "Creo en Ti, Señor/ porque hay madres que dicen sí a la vida,/ porque hay rayos de sol en cada perla./ Todos estos porqués, bien enlazados/ como eslabones de una gran cadena,/ los dejaré caer sobre tu ara…, recíbelos, Señor, esa es mi ofrenda." Querida Társila, niña mujer, mujer niña, ruega por nosotros desde el trono del Amor de los Amores.