La saga Kraus tocó techo con la proeza artística del que es considerado el mejor tenor lírico-ligero de la historia: Alfredo Kraus, cuyo hermano Francisco compartió con él vocación musical, maestros de canto y misión pedagógica.

Barítono que vio truncada su carrera por culpa de una desgraciada lesión y poseedor de una dilatada carrera como docente, Francisco Kraus visitó esta semana Tenerife, donde el pasado viernes asistió al homenaje que el IV Festival Musitemático de La Orotava rindió a su hermano en el que fue uno de sus escenarios predilectos: el Auditorio Teobaldo Power, donde actuó hace veinte años.

Usted se refiere a su hermano como un talento natural; sin embargo, él creía que ese don había que trabajarlo, moldearlo, construirlo.

Tenía talento para la música (subraya). Su voz la construyó él a base de estudio, trabajo y práctica. Claro que el cantante nace, pero si no tiene una orientación adecuada, si no recibe un correcto aprendizaje, se malogra.

O si no tiene un buen profesor.

Efectivamente. Y Alfredo recibió uno de los mejores magisterios, el de Mercedes Llopart, maestra de celebridades como Fiorenza Cossotto, Anna Moffo, Renata Scotto...

¿A qué atribuye la leyenda, a todas luces falsa, de un Alfredo Kraus pagado de sí mismo, altivo y superior?

Eso es algo que inventó alguien. En realidad, se trataba de una persona sencilla y asequible. Es verdad que alguna vez pudo perder los estribos, pero ello se debe a que la gente, a veces, resulta incómoda y molesta. Todos los que le conocieron coinciden en que, lejos de ser altivo, frío o demasiado serio, era afable. Y retraído, porque no le gustaba ser el centro de las reuniones.

Qué aspectos destacaría de la personalidad de su hermano: su alto sentido de la responsabilidad, su amor por el trabajo bien hecho...?

Sobre todo, la disciplina. Todos los grandes directores con los que trabajó alababan su capacidad de estudio, su profesionalidad y dedicación.

En su libro de conversaciones con Francis Lacombrade, Alfredo Kraus habla de algunas decepciones sufridas en el ámbito de los amigos pero también en el de la familia. ¿Exigía tanto a los demás como se exigía a sí mismo?

Puede que en algún caso se mostrase exigente con alguien que no hubiese cumplido con él, pero eso es normal. Generalmente, como digo, era amable, disfrutaba haciendo bromas, jugando con las palabras, compartiendo ratos con los amigos, aspectos de su personalidad que muchos desconocen. ¿Exigencias? Él vivía su vida y dejaba que los demás vivieran la suya.

El estudio y cuidado de la voz fue una constante a lo largo de su carrera.

Nunca cometía excesos con la voz. Respetaba los días de descanso y en ningún momento se planteó batir récords. Acertó de pleno en la elección de su repertorio y eso le permitió conservar la lozanía y frescura de su voz. Por eso pudo seguir cantando hasta el final de su vida. Recuerdo que ofreció sus últimos conciertos en Las Palmas apenas dos meses antes de morir. Es verdad que entonces su instrumento no tenía ya el brillo de antaño, pero seguía siendo técnicamente perfecto.

¿Cree que el pueblo canario es consciente de lo que Alfredo Kraus representa a escala mundial?

Como siempre, habrá de todo: gente que sea consciente de su importancia y personas que no sepan de ello. Lo cierto es que Alfredo es un orgullo para Canarias. Él siempre defendió los valores patrios, pese a quien le pese, e hizo siempre gala de su canariedad allí por donde pasaba, de ahí que en el mundo se le reconociese como "el tenor canario".

Tanto es así cuando un cantante isleño actúa en el extranjero y cita su procedencia, el interlocutor responde "como Alfredo Kraus". ¿Tiene sucesor?

Me han dicho que el que más se le acerca es un tinerfeño, Celso Albelo, a quien voy a escuchar precisamente ahora, cuando se presente en el Festival de Ópera de Las Palmas con "La sonámbula". Tengo entendido, además, que su repertorio es similar al de Alfredo.

Pocos saben que usted también tenía una carrera como cantante...

Era barítono. Dejé de cantar cuando me opere de coronarias y sufrí una lesión irreversible en el nervio frénico.

Le quedó su otra vocación: la docencia. Cómo profesor de canto, ¿comparte las ideas que tenía su hermano acerca de la pedagogía musical?

He enseñado durante treinta años, nueve de ellos en América y catorce en Barcelona. Seguí dando clases particulares en la Ciudad Condal hasta que mi esposa, que extrañaba las Islas, decidió que regresáramos a Canarias. En cuanto a los fundamentos pedagógicos, eran los mismos, ya que Alfredo y yo tuvimos la misma escuela, los mismos profesores: María Suárez Fiol en Las Palmas, la señora Markoff en Barcelona y Mercedes Llopart en Milán.

Una última pregunta relacionada con la controversia que se produjo con motivo del entierro de su hermano. Unos creen que él había dispuesto que fuera en Madrid, mientras que para otros fue una decisión de la familia. Quizá pueda aclarar este punto.

Las cosas nunca se realizan a gusto de todos. Alfredo fue enterrado en Madrid porque murió allí y porque allí estaba enterrada mi cuñada (Rosa Blanca Ley Bird, fallecida en 1997, dos años antes que su marido). Como sabrá, el pasado octubre los restos de ambos fueron trasladados al cementerio de Vegueta, donde se le ha erigido un monumento muy bonito que es una copia exacta del que existe en Almería. El Cabildo de Gran Canaria le nombrará en breve Hijo Predilecto de la Isla, como ya lo es de Las Palmas, donde está el Auditorio que lleva su nombre. No han faltado reconocimientos. Y hay una legión de fanáticos de Alfredo, que le siguen queriendo, honrando y admirando, como puedo constatar cuando viajo por distintas ciudades de España.