El escritor, periodista, dramaturgo y guionista de televisión Cirilo Leal Mújica acaba de regresar de Venezuela, tras una exitosa gira con la compañía Almud Teatro y su montaje "La danza de la Sabina". Este venezolano-canario de padres palmeros ha escrito más de una veintena de obras, un trabajo en el que están muy presentes las fuentes orales, base fundamental de sus propuestas escénicas tendentes a cuestionar el por qué de algunas realidades presentes en el padecer humano.

-Sus montajes están volcados en la recuperación de personajes, tradiciones y leyendas de Canarias, o relacionados con las Islas ("Baltasar Martín", "La Chambelona", "La danza de la sabina") ¿cómo definiría su teatro, etnográfico, costumbrista...?

-El escenario y el contexto histórico son la base, la excusa, para relatar un conflicto del presente, para abordar preocupaciones de la actualidad. Conflictos sociales o psicológicos que tienen que ver con los canarios y con cualquier ciudadano del mundo. Por tanto, en el proceso de indagación, de investigación de una trama, suelo partir de la memoria histórica y, especialmente, de la oralidad, de las reflexiones que los protagonistas de los hechos suelen hacer de los acontecimientos que han vivido. Los textos no constituyen una recreación histórica, ni etnográfica, ni se aproxima a una estampa de costumbre. Extraigo de los acontecimientos las respuestas, las lecciones universales, valores para el hoy y el mañana.

-¿Hasta qué punto sus textos son autobiográficos?

-Mi entrada al mundo de la dramaturgia fue a impulsos del apremiante relato de la represión que estaba sufriendo el colectivo de cambulloneros del puerto de Santa Cruz. El teatro como espejo crítico, altavoz de los marginados y denuncia social. El texto recogía voces colectivas. No existía el personaje singular. Era la fuerza de la masa, la fuerza de la tradición la que se plantaba sobre el tablado. Desde ese planteamiento de personajes colectivos fui evolucionando hacia personajes singulares, casi siempre seres a los que la vida sólo le ponía en el camino obstáculos. La dimensión autobiográfica se fue plasmando y acentuando en este proceso, especialmente, cuando apelaba a la memoria emigrante. Soy nieto e hijo de emigrante. Mi abuelo emigró a Cuba y como tantos canarios se implicó en la lucha por la independencia de aquella colonia al lado de los insurrectos, de los mambises. Mi padre, otro palmero, que en la posguerra tuvo que embarcarse furtivamente hacia Venezuela en busca de un futuro que la propia tierra le negaba. Yo nací en Carúpano, un puerto al que arribaron varios veleros clandestinos canarios. Mi infancia transcurrió rodeado de isleños, de palmeros, de conejeros, especialmente. La mirada nostálgica que sentían hacia estas islas las percibí, la integré en mi médula existencial. Tanto los relatos como la música de las islas tocada y cantada al calor de una guitarra o del acordeón de Federico, el de la Bodega Tamanca en Las Manchas, La Palma.

Palabra, imagen y música

-En los últimos montajes ha contado con la colaboración de Domingo Corujo y otros músicos, ¿a qué se debe esta implicación directa, en persona, de intérpretes musicales?

-El teatro es fundamentalmente palabra, imagen y música. El diálogo es poesía y la música es el soporte que lo acuna y dimensiona. Domingo Corujo, además de intérprete, de creador de la guitarra de cola venezolana (así ha decidido denominarla dado el desdén que en Canarias ha sentido), es un gran rapsoda. Un auténtico actor de fuerza y energía. Un combinado perfecto para enriquecer las propuestas escénicas. Después de trabajar con Domingo Corujo me resultaría difícil concebir una trama, un espectáculo, sin su guitarra y su monumental presencia. Si mi apuesta es tocar las fibras universales del ser humano, la música, ya es de sí comunicación universal. Incluso el silencio de la música ya está conectando con la esencia del hombre y la mujer. Una vez más, los designios de la vida, parientes de Domingo Corujo, tío y primos, formaron parte de los isleños que acunaron mi infancia. La travesía de Canarias hacia el suroeste, hacia la libertad, les condujo al puerto de Carúpano.

-¿Por qué quiere recuperar estos personajes, qué se debe saber de ellos?

-Valores, actitudes ante la vida, reacciones ante momentos cruciales, la grandeza o la mezquindad, la solidaridad o el egoísmo, la valentía o la huida, el miedo. Un código de comportamiento que está por encima de la historia o la anécdota que desencadena la fábula dramática. Participo de un teatro de ideas, de denuncia, de mirada irónica de la realidad y de la vida. Mis personajes forman parte de ese coro de voces necesarias, discordantes muchas veces con las propuestas de la trivialidad.

-¿Qué papel juega la identidad en sus propuestas escénicas. Utilizas canarismos en sus obras?

-El teatro es una herramienta de comunicación universal, herencia de la cultura griega, vinculada a ritos y ceremonias ancestrales, con fuerza y poder de catarsis. Esa es la identidad del teatro, sus raíces y sus frutos de futuro. Intento no apartarme de estas coordenadas. El lenguaje es de nuestros días, con la riqueza del acervo tradicional y las nuevas aportaciones de los retornados e inmigrantes. El teatro costumbrista se caracteriza, entre otros aspectos, por centrar su potencia en el lenguaje aparentemente campesino, de pueblo, cuando en realidad es una construcción, un artificio e, incluso, una burla al propio mundo rural que en Canarias ya forma parte de la memoria. La búsqueda o el rescate de la identidad, es decir, de las vivencias de los mayores, las reflexiones de los que nos han precedido, no dejan de constituir una aportación crucial para entender la aventura del canario en el mundo, en las islas y en los lugares a los que el destino le ha empujado.

-¿Muchos de sus montajes se localizan en Canarias, pero considera sus mensajes universales?

-Desde que Serafín Dopazo y yo pusimos en escena Los emigrantes clandestinos, allá por 1976, algunos espectadores no nacidos en las islas afirmaban que los hechos narrados, aunque dieran cuenta de la odisea de los que intentaban salir de la represión y la opresión de los peñascos, eran similares a los que tuvieron y tenían lugar en sus pueblos y países de origen. La llegada de cayucos en los últimos años, viene a confirmar la vigencia de aquella primera obra dramática: el dolor, la tragedia de la emigración no tiene fronteras ni tiempo.

Grandezas y miserias

-¿Cómo definiría la psicología que domina a los seres que pueblan sus espectáculos?

-Ninguno es de una sola pieza. Con sus luces y sombras. Sus grandezas y miserias. Casi todos se han inspirado en la historia de los que no han tenido historia, en los auténticos forjadores de un pueblo. Por otro lado, al formar una especie de compaña, que no compañía teatral con algunos de los personajes del carnaval (Cantinflas, Palmatoria, Doña Croqueta, Don Ciruelo, Lecherita, Chiquito y Fidel) y actores de la vida como Rafael Lutzardo y el propio Domingo Corujo y la psicoanalista Susana Isoletta, la escritura de los personajes casi está al dictado, adaptada a la peculiaridad de cada uno de ellos para que den sentido a la trama concebida por el autor.

-¿Cuál es el nivel del teatro hecho en Canarias, y del público?

-Cada vez más profesional. Minoritario, pero muy profesional. Compañías con capacidad y calidad para salir y vender sus productos en el exterior. Un público cada vez más formado y exigente. Si los famosos circuitos y espacios para la puesta en escena estuvieran suficientemente a la última la proyección del trabajo de estas compañías y de aquellas que durante toda la vida han mantenido encendida la afición y el compromiso con el teatro, su salud y pujanza serían mucho más notable. No se puede estrenar un espectáculo y esperar medio año para volver a pisar de nuevo un escenario.

-¿Próxima obra?

-Ahondar en el mensaje de la propuesta escénica de La Chambelona, la crisis financiera, la moratoria que tuvo lugar en Cuba en los años veinte y su reflejo en las Canarias de hoy. Una vez más el pasado como excusa y coartada para abordar el presente. Sin perder el sentido del humor, sin señalar a los responsables del desaguisado. Suéñese, es el otro proyecto en marcha que nace para abordar desde el teatro las vivencias de los canarios en América, en Venezuela, especialmente. Un teatro que es consecuente con lo que llevo tiempo afirmando: no se puede entender la identidad de este pueblo sin el imaginario de los que han tenido que transterrarse, el recuerdo de los que permanecen al otro lado del Atlántico."