Verdaderamente crudo lo tienen las personas de más de cuarenta años que llevan un tiempo en paro para conseguir un puesto de trabajo digno, sobre todo aquellos que llevan años cotizados, pero que la crisis y la inoperancia política han permitido que las empresas donde han desarrollado su labor se hayan ido al garete. Canarias junto a Andalucía son las comunidades autónomas que más sufren la situación.

Se pasean diariamente de empresa en empresa entregando currículums, navegando en Internet rellenando formularios e intentando tocar organismos públicos, y aunque pateen y busquen, no llega una oportunidad. Muchos de ellos tienen familia a su cargo, si son hijos menores pueden recibir una ayuda estatal, pero si eres responsable de alguien dependiente o tienes padres mayores no recibes un duro, y son precisamente estos jubilados, muchos con raquíticas pensiones, quienes tienen que afrontar la manutención de todo el hogar. Es muy triste ver cómo parados con mucha experiencia y preparación, que obtuvieron su título con esfuerzo, no tienen una oportunidad porque pasan de una edad. Eso sí, si estás adscrito a algún partido político, tranquilo que ya te colocarán como asesor.

Cada día ojeo las ofertas de trabajo en los periódicos. A veces se repite un mismo anuncio cada dos o tres meses, según los expertos eso significa que la empresa no es de fiar. También aparecen las eternas oposiciones a organismos, y de vez en cuando alguien anuncia un puesto ideal, o una contratación laboral temporal que significaría un respiro para un parado. Allá que se lanzan todos a presentar su currículum con la ilusión y esperanza de ser elegidos.

Esto que les cuento es real. La persona recibe una convocatoria pública solicitando un técnico administrativo y de gestión para una empresa. Si sale seleccionado optará a un contrato laboral temporal, y si no, tiene la posibilidad de formar parte de una lista de reserva. Presentas tu currículum y cada día estás obligado a revisar la página web por si has pasado la primera criba. Descargas las bases de la convocatoria y ya en la primera página se te queda la boca abierta. Funciones a llevar a cabo, propias de la clase profesional: gestión de recursos humanos en colaboración con la gerencia. Supervisión y coordinación de tareas administrativas. Colaboración en auditorías externas y realizar internas. Incorporación de nuevos clientes. Gestión comercial y administrativa. Gestión de cobro y pago. Seguimiento de órdenes de compra. Administración de comercialización y aprovisionamiento..., y así hasta 19 funciones distintas. Vamos, que no quieren un administrativo, quieren un lumbreras que haga el trabajo de seis trabajadores. Revisando la web, aparece aceptada y le convocan a un examen al día siguiente. Si no entraste en Internet ese día, te quedaste fuera de cualquier posibilidad. Hubo sesenta y pico solicitudes, admitieron a cuarenta y algo, y se presentaron al examen poco más de 20. La prueba teórica merecería un capítulo aparte, pues hay preguntas de administración, pero también de leyes, de protección de datos, de prevención de riesgos laborales, tributos, contabilidad, gestión..., cosas que no haría una sola persona en una empresa. Por una pregunta mal te quitan una bien, y si pasas de 2 puntos estás dentro. Unos días después revisa la puntuación: 0 patatero. De 20 presentados solo uno pasó del 2. Todo muy legal pero con un tufo que apestaba a "dedazo".

En mis años de empresario la mayoría fuimos autodidactas, y aún así tratábamos de reciclarnos y de estar al día en todas las novedades de la distribución. Asistí a un par de cursos intensivos de formación de empresarios, y aún recuerdo a algunos profesores, todos grandes profesionales: Antonio Badía, José Muíños, José Rodríguez Ferrer... Este último tenía una vasta cultura y era además profesor en la Escuela de Comercio y alto cargo en la Cervecera. Una persona asidua a toda clase de actos públicos y privados con quien hice amistad y coincidí en exposiciones y conferencias. Siempre la tendré en mi memoria.

En aquellos cursos había gente de muchos sectores, y en la clausura de uno de ellos, cerraba la conferencia un técnico de Cepsa que habló de la necesidad de los oligopolios. Uno de los asistentes, que era perito industrial y muy impulsivo, lo llamó "refinero" y se quedó tan pancho.

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