Los taxistas de Santa Cruz andan a la greña contra el Ayuntamiento a cuenta de las licencias que existen en el sector. Dicen que son muchas y que explotar un taxi no da para vivir. El sector está regulado con un régimen de concesiones o licencias, y de ahí surgen todos los problemas.

¿Cuántos taxis se necesitan en una ciudad? Los expertos determinan el número según el número de habitantes. Objetivamente hablando y desde el punto de vista de los usuarios, cuantos más taxis existan muchísimo mejor. Desde el punto de vista de los taxistas, cuantos menos taxis haya, mucho más negocio. Así pues, nos encontramos ante dos intereses que se encuentran en los lados opuestos de una recta: a un lado el de los clientes, que quieren cuantos más taxis disponibles mejor, y al otro el de los taxistas, que tendrán más negocio cuantos menos competidores tengan en el mercado.

Si estuviéramos hablando de un mercado libre, el número de taxis lo determinarían el tiempo y el propio mercado. Pero como no es así, el Ayuntamiento es el que establece el número de permisos o licencias que pueden darse. Y así ha sido que a lo largo de los años el sector y los políticos han ido dando tumbos sin ponerse nunca de acuerdo en una situación aceptable.

Se dice ahora que hay demasiadas licencias operando (897 en la actualidad), porque en la época de Manuel Hermoso se dieron unas nuevas que ahora sobran. Pero Hermoso las dio porque los propios taxistas llegaron al acuerdo de que se ampliase el negocio. Con los años y con el tranvía metropolitano, muchos de los usuarios del taxi han terminado yéndose hacia la alternativa más barata. Hay menos clientes y los taxistas quieren que haya menos licencias.

Hasta ahí todo es bastante lógico. Lo malo es que se necesita que el municipio se rasque el bolsillo para sacar del mercado las licencias que sobran, que son unas doscientas. El Ayuntamiento ya ha comprado 141 licencias a sus propietarios para retirarlas de la circulación. Y tiene consignados dos millones de euros en los presupuestos de este año, para comprar otras 70 más. Pero los taxistas quieren que se ponga más dinero sobre la mesa -más dinero que habría que sacar de otro sitio- para que se retiren más licencias de golpe.

Que los taxistas tengan prisa es comprensible, porque el negocio está flojo. Pero también es bastante lógico que el Ayuntamiento dosifique el dinero de los impuestos dedicado. Y la solución no debería pasar por montar marimorena. No hay ninguna necesidad. La verdadera amenaza del taxi no es que ahora sean muchos profesionales; eso se arreglará. Está en los teléfonos móviles. En esas aplicaciones (Uber, Car2go...) que ya se extienden en las grandes ciudades y que dentro de no mucho prosperarán también en mercados como nuestra isla. Sistemas de economía colaborativa que están cambiando el transporte y que son la gran amenaza del taxi y los vehículos de alquiler. Para eso es para lo que hay que prepararse, cosa que, por cierto, no están haciendo.