La historia de las Islas ha estado condicionada por factores externos, tanto humanos, comerciales como culturales. Factores que han ido conformando una personalidad de poder, una lógica política y hasta nuestra identidad como canarios, donde la aculturización penetrante nos ha desfigurado.

Cuando cualquiera de estos factores interactúa en la vida pública, nos recogemos sobre nosotros mismos y meditamos qué acción poner en marcha para obtener el resultado más adecuado para el progreso de las Islas y de nuestra gente.

Pero secularmente nos hemos encontrado que para que acciones de una determinada envergadura triunfen y nos den satisfacción, tenemos que contar con la bendición de los poderes que se mueven por Madrid. No somos autónomos en el hacer, aunque sí mucho en el decir, y todo aquello que rodea el contubernio es lo que desarrollamos a veces, sobredimensionándolo, obteniendo actos fallidos y sin la debida enjundia política.

En estos momentos nos encontramos en un escenario de incertidumbre referente a la conformación o no de un nuevo gobierno o en los planteamientos que serían necesarios para mantener el actual.

Se tienen reuniones en los diferentes órganos de los partidos implicados -y de los que están a la espera de lo que pueda producirse-, y todo ello con el propósito de enderezar los entuertos producidos, y ahí, ya inconscientemente, aparece el fantasma de nuestra historia.

Es en otros círculos donde se discute y debate el futuro de las Islas, ignoramos por dónde tenemos que respirar o si todas las heridas están abiertas o a medio cicatrizar. No se sabe lo que podrá acontecer, ya que todo gira alrededor de la incógnita que crea un malestar muchas veces patológico y que no sabemos a tiempo despejar.

Si el debate está planteado aquí, si se tiene a mano la solución, ¿por qué estamos a expensas de los de "allá", que tienen otros problemas más acuciantes que la cuestión canaria, que en parte les tiene sin cuidado cuál vaya a ser su derrotero, aunque demuestren un interés inusitado y falsario por estar al tanto de lo que ocurre, como dicen, en nuestras queridas Islas Canarias?

Produce una cierta desazón que no seamos capaces de entendernos o asumir que ya está todo el pescado vendido.

Ninguna acción que se tome será buena y deseable para las partes. Algunos se quedarán en el camino, pero como la política es la teoría de la acción, simplemente habrá que hacer lo que se deba hacer. Eso sí, con inteligencia, con mesura, pero hagámoslo desde aquí, no dejándonos influir por los despistes o simpatías que tienen con este o aquel y vistos con los anteojos de Madrid, que siempre se los ponen al revés, por lo que nos ven distantes, lejanos. Siempre ha sido así. Pero va siendo hora de cambiar el rumbo de nuestra historia.