Los relatos que se hacen sobre la política se sustentan muchas veces en mitologías. Y así pasa que en ocasiones la realidad suele contradecir las versiones que hacemos de ella. El pacto de Gobierno se ha salvado por la intervención personalísima de Fernando Clavijo que ha negociado en primera persona con José Miguel Pérez, el silente secretario general saliente del PSOE, la reconducción de las turbulentas aguas en que nadaban las relaciones de ambos partidos. Para quienes sostenían que lo que deseaba Clavijo era la ruptura del acuerdo para hacer un pacto con el PP, este acontecimiento es un grave inconveniente. Habrá que ver cómo lo van a versionar en el inmediato futuro. Resulta más fácil creer que en realidad los aparatos de los partidos políticos canarios se mueven en una realidad orgánica diferente a la que subyace en los poderes locales. Y que el poder de las organizaciones se debilita cuando desciende al terreno de los personalismos municipales.

El acuerdo firmado por CC y PSOE para reconducir la cohabitación política en el Gobierno sigue adoleciendo del choque entre esas dos realidades. La cohesión interna del Gobierno no plantea más problemas que los de administrar la escasez. No son problemas menores. Los socialistas quieren más presupuesto para las áreas que controlan, que casualmente son los capítulos sociales que más recursos consumen de la Comunidad. La madre de todos los corderos está en el propósito de revertir las situaciones planteadas en municipios como el Puerto de la Cruz, donde lo que piensan y quieren los dirigentes de Coalición choca con lo que piensan y quieren los concejales del municipio, que viven en primera persona las afinidades y discrepancias personales con unos socios que se les quieren imponer desde fuera.

Hace ya mucho tiempo que los pactos en cascada hacen agua por todos lados. Lo sensato es que los grandes partidos entendieran que un acuerdo de gobierno regional no tendría que llegar más allá, en todo caso, de los cabildos o grandes capitales. Pero el sentido común suele ser el menos común de los sentidos y los dirigentes políticos siguen empeñados en abrir un paraguas para acoger en su fresca y dulce sombra a gente que no tiene el menor interés en guarecerse en él.

Los nacionalistas tienen un hueso muy duro que roer para poder cumplir la parte municipal de sus compromisos, que afectan a Arico y al Puerto. Entre otras cosas porque cuando traten de imponer a los concejales del Puerto de la Cruz una censura contra Lope Afonso (PP) tal vez le contesten a su partido que si no sería mejor empezar por Granadilla, no vaya a ser que en el Norte terminen pagando los platos rotos del Sur. Y al final, el Sur con vajilla nueva.

Los disidentes de este pacto, los críticos del PSOE y algunos descontentos de CC, están cargando munición esperando las turbulencias. Y no duden que en cuanto empiecen las movidas volverán los francotiradores. Porque el problema sigue ahí. El infierno de los que creen que mandan está empedrado de buenas intenciones y escasa capacidad de imponerlas.