Es significativo que en el trance electoral en que nos encontramos, el tema de la educación vuelva a revivir. También en el momento en que los datos demográficos y matrimoniales hablan del descenso de los matrimonios, tanto civiles como canónicos, con el consiguiente efecto negativo en los nacimientos en el seno de la familia. Y todo esto, y otros muchos factores, ponen a prueba aquello que el papa Benedicto XVI, en el Sínodo de 2014, planteó con el título "inédito" hasta entonces, sobre lo que será "emergencia educativa". Nos animamos nosotros a desarrollar la cuestión en un libro que se prologó por el secretario general de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, profesor Navarro-Valls, con el nombre de "La emergencia educativa en la sociedad contemporánea", publicada por la Editorial Reus. Fue un análisis transversal en el que se incluían aspectos concretos, como la familia, la juventud, la amistad, la empresa, el trabajo, la emigración, etc.

El experto en temas pedagógicos José Antonio Marina acaba de afirmar que "el sistema educativo no es terrible, sino mediocre", "...que no ha existido capacidad de gestión... y que el problema es que no se progresa al estudiar" -una vez más, sobre el tema de Cataluña, el historiador García de Cortázar enumera una serie de causas, históricas y no históricas-, pero que en cualquier caso, como consecuencia de su "propio" (¿) sistema de enseñanza, el impacto de la historia no ha hecho impacto en ellos, cada vez menos en lo que en lo económico puede representar aminoración de conquistas.

De ahí, todo este prologuillo para ambientar y destacar lo que el Padre General de la Escuela Pía, Pedro Aguado, ha lanzado en su carta a los hermanos escolapios (Ephemerides Calasanctiane, agosto 2015), titulada "Una misión que nos desborda". Como final del 74 Capítulo General en Esztergom (Hungría), se señala que aquella misión es "la razón de ser de la Iglesia y de la Orden. Esta ha de estar en pie". Luego, va situando las claves para centrar una vida en lo esencial, que estimule "trabajar mucho. Es misión por excelencia, aunque a veces -advierte-, no siempre salga bien. Que tiene claras sus apuestas, aunque hayan que articularlas, con prioridades, o centradas en la realidad de las familias, o de los jóvenes. Ello, por sí mismo, fortalecerá la propia vocación y alcanzará sus frutos".

Este llamamiento ya ha tenido sus frutos, con las vocaciones en Camerún e India y los grandes trabajos en Hispanoamérica. En definitiva, dentro de un encuentro de voluntades o capacidades, que nos llena de esperanza, frente a los vaivenes y desesperanzas con que la educación se está enfrentando en España.

*Académico