El laureado Orfeón La Paz lagunero tenía en una época como conserje en la portería a Evelio de la Rosa, que nació "prima facie" muy cansado. Era un dormilón empedernido, un vago integral y redomado. Una mañana, cerca ya de mediodía, Evelio seguía en los brazos de Morfeo, y entonces su madre, al ver la hora, le gritó desde la puerta: "Evelio, levántate, que vas a perder la siesta".

Voy a hablarles a continuación del último alcalde republicano de La Laguna, el letrado don Alonso Suárez Melián, el abogado de casi todos los "magos" y también "el de los caramelos", pues algunos años antes de fallecer era muy habitual verle repartiendo esta golosina a compañeros abogados, a procuradores e incluso a funcionarios judiciales.

Un día, entra en su despacho un "belillo" y de entrada le empezó a hablar de su finca, de sus lindes, así como de las del vecino, y en definitiva le asesora sobre cómo solucionar el asunto a su favor, por lo que el letrado le informa sobre qué pasos había que dar, y en ese momento y parando en seco al "mago" le dice: "Mire, hasta este momento la consulta son cinco mil pesetas, y yo le pregunto: ¿le sigo asesorando o se planta?".

Don Alonso siempre repetía la frase siguiente: "El trabajo es el vicio de los que no servimos para hacer otra cosa", y procreó a dos hijos que también se hicieron abogados como él, que son Alonso y Juan Vicente Suárez López, cansándose el primero con Macame Lecuona Ribot, también letrada, y el segundo con María Eugenia de Pais Mora, una canariona que viniendo a estudiar Filosofía a La Laguna conoció a mi amigo Juan Vicente y se casó con él.

Cambio radicalmente de tercio para hablarles de un personaje lagunero llamado Vicente Falcón, también conocido popularmente por Vicentito "Triquitrás", un hombre de reducidas carnes y bastante alto. Un día, nuestro personaje se dispuso a cruzar de acera a acera la calle de La Carrera sin antes cerciorarse si en ese momento venía algún coche, como efectivamente ocurrió, obligando a su conductor a frenar a diez centímetros de las canillas de Vicente, al que increpó gritándole: "Coño, Vicente, casi no te atropello y te hago una alfombra", y un coñón que estaba apoyado en la pared donde estaba la antigua centralita de Telefónica (después Banco Atlántico y hoy Sabadell) dice: "De ahí no sale sino un pasillo".

Perla: mi pequeño homenaje a las víctimas de París: "Je suis Charlie (Chaplin) humorista. Podréis matar pero no quitarle la sonrisa al mundo". Hasta la próxima, no me fallen y el humor ha venido para quedarse.