Si todo lo pasáramos por el filtro del sosiego antes de lanzarnos a la tarea de enjuiciar las intenciones de los demás... otro gallo nos cantaría. Demasiado tiempo ya jugando una pachanga de todos contra todos, eso que en España se conoce como opinión pública, en la que la cordura, el respeto y la razón han sido vetados y sólo pillan algún resquicio como furtivos. La multitud de tertulianos desenfrenados que pueblan las emisoras de radio y televisión -esos aprendices de nada y expertos en todo- proclaman urbi et orbi lo correcto y condenan a la horca sin pestañear y sin remordimiento alguno, con sus particulares varas de medir. Son los todólogos: los que nos dicen lo que está bien y lo que está mal. Los que saben de todo.

Cada día admiro más a los que se salen de ese guión, porque lo políticamente correcto huele ya mal. Muy mal. Hasta tengo por héroes a esos tres consejeros de Caja Madrid que no utilizaron nunca la tarjeta negra que la superioridad -cual camello a la puerta del instituto- les había metido en el bolsillo de la chaqueta para que se fueran enganchando al gratis total y luego no votasen cosas raras en el consejo de administración.

Por supuesto, tengo héroes superlativos, como los curas Pajares y García Viejo, que dieron literalmente su vida por los demás. O la propia Teresa Romero, que voluntariamente atendió a los enfermos de ébola. También he comprobado que hay gente que piensa que no debería haberse repatriado a los dos misioneros. Que si los pobrecillos estaban infectados, tenían que haberse muerto allí y amén. Y no ponernos en peligro a todos. Que a los curas nadie les había obligado a meterse en la boca del lobo, fue una decisión particular que en nada debiera afectar al resto de los españoles...

Esto me parece una mezquindad y un exceso de ignorancia. Ahora que los vientos del independentismo soplan tan fuerte y la observación de los ombligos se contagia, no nos damos cuenta que en un mundo globalizado como el nuestro no existe frontera que impida la difusión de un virus. El problema no está ahí ni mucho menos. El problema es que mientras el ébola afectó solo a los africanos el asunto no nos preocupó lo más mínimo y nadie se puso a investigar en serio para obtener su cura. Lo mismo que ocurrió con el sida, también de origen africano: mientras no mató a norteamericanos y europeos no preocupó a la industria farmacéutica, no solo por racismo -que también-, sino básicamente porque los medicamentos son un negocio y los negritos de África no pueden pagarlos.

Y en medio un perro. Y nos volvimos locos. Menuda la que se ha montado con su sacrificio. He tenido tres perros a lo largo de mi vida. Por cada uno de ellos lloré desconsolado al perderlos. Pero las cosas en su sitio. Si no somos capaces de mantener aisladas a las personas sin evitar el contagio... cómo vamos a hacer lo propio con un perro susceptible de estar contagiado... Si no tenemos claro que primero, segundo, tercero, cuarto... van las personas tendremos que hacérnoslo mirar.

Claro que no hay mal que por bien no venga, como ha dicho Jean Marie Le Pen, cuyo partido fue el más votado en Francia en las elecciones europeas: "El ébola puede solucionar el problema de la inmigración en tres meses". ¡¡¡Será cabrón!!! Este es el verdadero peligro para Europa, no el ébola.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es