Me voy a referir a una ingeniosa, a la vez que surrealista, anécdota que tuvo lugar en la antigua farmacia "Renedo", en la calle de La Carrera de La Laguna, cuyos protagonistas fueron don Joaquín, mancebo mayor de la misma, y una empleada llamada Chana. Era un día de invierno lagunero, gris y lluvioso; había mucho "belillo" suelto haciendo diligencias por el centro de la "city", y en determinado momento ve don Joaquín estupefacto y con espanto cómo un mago, con sus botas llenas de barro hasta las rodillas, amenaza con cruzar la calle y entrar en la botica.

Efectivamente, al ver don Joaquín que el rebenque se iba a meter en la farmacia, gritó: "Chana, rápido, trae un felpudo y tíraselo a los pies del belillo, que nos va a poner el suelo perdido". Dicho y hecho. Coge Chana el felpudo y se lanza a los pies del belillo, quien, con increíble habilidad, logra esquivarlo, al tiempo que le decía a Chana: "Perdóneme señora, que casi no le piso la alfombra".

Cambio de tercio para relatarles una anécdota que tiene como protagonista a don Ciro Ucelay Marcoida, un vasco cachondo, abuelo de Paco y Roberto Ucelay Sabina y de sus otros seis hermanos. Una tarde, como era más que habitual, se organiza una partida de póker en el antiguo Casino de La Laguna junto al bar "Alemán" o bar "Mariano", de la calle de La Carrera, y en un momento determinado -y después de haber "pasado" varios jugadores, se quedan solo don Ciro Ucelay y un godo al que nadie quería ver por sabidillo, antipático y echado pa''lante. Es entonces cuando ambos jugadores se la juegan, apostando uno tras otros hasta llegar a una cantidad rondando las cincuenta mil pesetas de la época.

El contrincante de don Ciro, con arrogancia y en actitud chulesca, sentencia, enseñando sus cartas: "Póker de ases", a lo que don Ciro responde: "Usted gana", y cuando el sabidillo va a retirar toda la pasta, ve cómo don Ciro se le adelanta y recoge todo el dinero, por lo que su oponente le dice: "Pero sí usted mismo ha dicho usted gana", y es entonces cuando el vasco de Ucelay muestra una hermosa escalera de color, y contesta al oponente: "Es que yo, cuando saco una escalera de color, me trato de usted".

En la Catedral de La Laguna trabajaba un peculiar sujeto al que apodaban "El Perita", que tanto servía para dar fuelle al órgano en alguna función religiosa que como improvisado sacristán, e incluso en alguna oportunidad llegó a actuar de cicerone o guía de algún grupo de "guiris" que visitaran el templo, debiendo decirse que no tenía ni puñetera idea de inglés y entraba a la Catedral al frente del grupo de turistas, diciendo siempre y en perfecto castellano, señalando hacia el suelo con el dedo: "Cuidado con el escalón". Ya dentro del templo pasaba por el coro y con una leve señal con su mano, decía: "Facistol", como así se denomina una especie de pirámide de madera donde los canónigos coristas colocaban las partituras de sus salmos y motetes para ser recitados o cantados. Más adelante, y al llegar al púlpito, posando o poniendo su mano sobre el mismo, siempre decía lo mismo: "Italia, mármol, Carrara, frío", y se quedaba tan campante.

Luego conducía al grupo de "guiris" hasta ponerse todos ante una Dolorosa diciéndoles: "Mater, madonna, puñal, ay", echándose la mano al pecho, como si estuviese actuando como primer actor en una obra de teatro, flexionándose y haciendo como si se desplomase. Seguía el recorrido por dentro de la Catedral y al pasar por el confesionario donde se encontraba el padre Adán les decía a los turistas: "Madera del Paraíso".

Otro personaje de la época de los años cincuenta del pasado siglo fue don Jacobo Melo, que vivía en la misma calle de La Carrera, bastante cerca del bar "Alemán", hoy "Carrera", del que era muy buen cliente y le pega al coñac cosa fina, vamos que era un poco majadero para este licor pues al día caían unos cuantos. Esto era tal que llegó un momento en que algunos de los clientes llamaban al camarero Daniel "El Orejas" para atizarse un coñac y le decían: "Oye, Daniel, ponme un don Jacobo".

El médico Justo Vallejo siempre decía: "Qué miedo le tengo yo a las ventanas laguneras".

. Un tipo hablando con otro le dice: "¿Crisis?, ¿me vas a hablar tú a mí de crisis?, que el otro día llamé al teléfono erótico y me contesto mi mujer".

Hasta la próxima, no me fallen y el humor ha venido para quedarse.

*Pensionista de larga duración