En tiempos de María Castaña se decía que los hombres y mujeres trabajaban de sol a sol, y poco a poco se logró conseguir grandes ventajas laborales para impedir aquella esclavitud. Recuerdo cuando la jornada semanal era de 64 horas, pasó a 54 y quedó en las 48 horas estipuladas ahora. Fue la época de auge de sindicatos y otros que lucharon por rebajar esos topes y conseguir más ventajas y reducciones laborales.

Pero recientemente se han publicado diversas estadísticas que me han dejado con la boca abierta. Dicen que el promedio global de laboriosidad de nuestro país es de 5,5 horas diarias, multiplicadas por cinco días son algo más de 27 horas semanales. Claro está que en estos datos no figura la realidad, la diferencia entre el listillo, que cuelga la americana y se larga en comisión de servicio o se pasea arriba y abajo por las calles de su ciudad con la bolsa de "Mango", y el bobito, que se queda sentado en su mesa y no se le ve la cabeza porque le tapan las tongas de expedientes. Aún así, los datos son verdaderamente preocupantes, y un país que estos índices de laboriosidad tan bajos jamás saldrá adelante.

Empecé a trabajar con algo más de doce años y mi vida ha sido currar para sacar a una familia numerosa adelante. No recuerdo cumplir ese índice de productividad tan reducido, lo normal era hacer de 12 a 15 horas, por lo que me atrevo a catalogar a este país como una nación de vagos, en la que los representantes sindicales, tan exigentes, son los primeros en holgazanería. Es cierto que el mercado laboral ha cambiado, de ahí los cinco millones de personas que dicen estar en el paro, cifras que cada vez creo menos, pero caramba, no tiene que ver una cosa con la otra, hablamos de mejorar sensiblemente el promedio de productividad, del rendimiento personal que cada trabajador debe aportar a un país al que los políticos tachan de maravilloso, pero que catalogo de vergonzoso, pues no puede presentar esas estadísticas. Si a eso añadimos la tasa de natalidad más baja de Europa y que el rendimiento educativo está por los suelos, no es para estar orgullosos, y las consecuencias a corto y largo plazo serán lamentables.

No me considero un ejemplo y evidentemente estoy generalizando, pero es triste todavía ver lo que sucede en muchos organismos, situaciones que pensé se habían acabado, como una época en la que acudía frecuentemente al Cabildo y siempre había una enorme cantidad de despachos vacíos. Si conseguías hablar con alguna persona y preguntabas donde estaba, la contestación era: "vino y se fue". Comentándoselo en una ocasión a don Ricardo Melchior, muy respetuoso con sus colaboradores, afirmaba que en la casa había un gran rendimiento, pero se nota cuando alguien es tan laborioso e incansable trabajador como don Ricardo, que llegaba amaneciendo y salía a altas horas de la noche. No quise importunarle más y meter el dedito en la llaga, pero sus empleados no daban el cayo ni de lejos, y no podían compararse con un hombre tan válido, honesto, serio y que con su capacidad y entrega merecía ser candidato a presidente del Gobierno de esta comunidad.

Leyendo las citadas estadísticas, me encuentro en el mismo periódico con una entrevista al señor Oliver Alonso, de la empresa de Las Palmas Domingo Alonso, que está introduciéndose en el mercado de Estados Unidos, y donde afirma que en Canarias padecemos una economía secuestrada, haciendo referencia a los del no a todo: no a los hoteles de 4 estrellas, no al petróleo... Culpa de la situación a políticos y organismos porque han creado una maraña de leyes que impiden crear puestos de trabajo. Teniendo nada menos que un 35% de parados y la economía canaria bajo mínimos, no se entiende la pasmosa vagancia de los responsables, dejando que nuestros empresarios opten por largarse a invertir fuera.

Llevo meses intentando eludir hablar de política. Esta semana me he salido de la norma porque es intolerable y realmente triste que obvien problemas que pueden corregirse dando facilidades a los emprendedores, reduciendo las trabas burocráticas, y dejando que los empresarios sean el motor de la economía. Cada vez entiendo menos a los políticos.

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