En la víspera de Reyes del presente año me enviaron unos amigos desde Las Palmas un ejemplar del libro de don José Ortega y Gasset "El tema de nuestro tiempo". Por lo que ha significado para la cultura del mundo el influyente escritor y como gratitud al detalle de mis amigos, me dispuse a entrar inmediatamente en el contenido del libro. Mi intención era buena, pueden creerme. Pero convencido de la sideral distancia que existe entre la mente del señor Ortega y la mía, solo pude resistir unos minutos la lectura. Frases y frases, párrafos y párrafos, fragmentos y fragmentos del libro me resultaban absolutamente indescifrables; así que me acerqué a mi modesta biblioteca y lo abandoné a su suerte. Creí que para siempre. Pero está visto que no debe decirse "de esta agua no beberé", porque hace unos días, casi nueve meses después del primer intento, se me metió entre ceja y ceja la idea de intentarlo de nuevo.

El muro existente entre el notable escritor y quien esto firma sigue impertérrito en su afán de no dejarme comprender ni una sola frase. Es, de verdad, un muro infranqueable. Para mí, al menos. Van ustedes a verlo. Abro el libro al azar, por cualquier página y me encuentro, por ejemplo, estas palabras:

"Para la pura intelección solo es un punto que lo radical y absolutamente sea lo más pequeño, lo infinitamente pequeño. La pura intelección solo puede moverse entre superlativos y absolutos".

Yo no he podido, pese a mi esfuerzo mental, entender estas palabras del genio. Pero tampoco quiero generalizar con mis opciones. En un momento determinado, Dios quiso que me enfrentara a estos párrafos del mismo libro y que encontré en las páginas 135 y 136:

"Las personas maduras, más resueltas a emplear la mejor voluntad, no logran aceptar el arte nuevo por la sencilla razón de que no llegan a entenderlo. No es que les parezca mejor ni peor; es que no les parece arte y, en consecuencia, creen de buena fe que se trata de una farsa gigantesca que ha extendido sus retículas de conveniencia por toda Europa y América".

Y esto sí lo he entendido. Digo aun más: lo corroboro. Y me incluyo entre el grupo de personas a que alude el famoso autor. También yo estoy plenamente convencido de que pretenden engañarnos, haciéndonos creer que es arte, por ejemplo, contemplar una silla de tres patas colgada desde el techo con un trozo de soga marinera.

Creo que el segundo fragmento que les he ofrecido en negrita es lo único que he sacado en claro de todo lo que el libro de don José nos ofrece. Lo demás lo dejo para personas más formadas. A mí, si a ustedes les place, pueden llamarme analfabeto, inculto, ignorante y añadir otros adjetivos de significación similar. No voy a enfadarme, pueden ustedes creerme. De todos modos, por mucho que ustedes comenten sobre el contenido de este trabajo, nadie, absolutamente nadie va a hacerme cambiar de opinión. No es que yo sea persona de ideas fijas. Suelo, algunas veces, plegarme a la opinión de los demás, pero esta vez no van a conseguirlo. Seguiré, erre que erre, defendiendo mi postura. Aunque no guste. Ya saben ustedes que cada cual es cada cual.

Creo que no les he dicho que de don José Ortega y Gasset he leído otras cosillas. ( El diminutivo no tiene carácter despectivo; me refiero a la extensión del texto). Y, aunque se me hacía el camino muy cuesta arriba, lograba llegar hasta la última página. Con el libro que he citado no me ha sido posible.

Digo yo que serán cosas de la vejez.