La lectura de algunas noticias nos deja en la duda de si debemos insistir una vez más, como hacíamos hace unos meses, en que Canarias no es una comunidad autónoma española sino una colonia con todas sus consecuencias de trato discriminatorio por parte de la Metrópoli. ¿Nos hemos moderado demasiado? Pensamos que no porque en el fondo no hemos dejado de defender los intereses de Tenerife y de Canarias, eso sí, utilizando un estilo más comedido.

Mesura o prudencia que en modo alguno nos puede llevar al silencio ante las injusticias. Por ejemplo, la recogida en una noticia publicada ayer: "Retienen productos perecederos en el puerto por un papel oficial". "Los importadores se quejan de que les piden el certificado fitosanitario original para retirar la mercancía, por lo que reclaman al Ministerio de Agricultura el uso de las nuevas tecnologías". Se quejan estos importadores, asociados en Mercatenerife, de unos elevados costes de tiempo por la inmovilización y el almacenaje de contenedores en el muelle con frutas y verduras. No se oponen los afectados a que les exijan la documentación establecida; lo que quieren es que se apliquen medios informáticos para agilizar los procesos y evitar perjuicios.

Hay soluciones para este problema -remitimos a los lectores interesados a la citada noticia, abundante en detalles- pero parece que nadie las quiere adoptar. Entendemos que los funcionarios han de cumplir las normas establecidas. Si tales normas no son las adecuadas, se modifican y asunto arreglado. Una decisión que han de tomar los políticos, naturalmente. ¿Es esto tan difícil? Suponemos que no. Por lo tanto, no nos queda más remedio que pensar en un cinismo inconmensurable cuando oímos a nuestros políticos, de forma concreta a nuestros gobernantes, decir que están haciendo todo lo posible y mucho más para fomentar la recuperación económica y crear puestos de trabajo.

El problema de los importadores de productos perecederos es solo uno de los muchos existentes en las aduanas canarias. Numerosas empresas peninsulares que venden sus productos a través de Internet excluyen a Canarias por el galimatías aduanero que hay que superar para comprar en la red hasta un simple par de calcetines. Bienvenidas sean esas trabas, nos dirá alguien, si con ellas se fomenta el comercio tradicional. La realidad es que los tiempos cambian y la forma de consumir también. Si se priva a los canarios de las posibilidades que tienen hoy al alcance de su mano los habitantes de cualquier país medianamente desarrollado, se les condena a ser ciudadanos de segunda categoría, que es lo que realmente son en bastantes aspectos.

Al final no entendemos esta forma de estar, pero al mismo tiempo no estar, en España y en Europa. No se puede ir por la vida con un zapato en un pie y una chola en el otro. O con zapatos, o con cholas, pero con un pie en cada acera es imposible avanzar. ¿De qué nos vale librarnos del IVA, aunque tenemos el IGIC, si luego todo esto nos trae un sinfín de quebraderos de cabeza? Si al menos eso repercutiera en los costes para el consumidor. No es así porque tenemos una de las cestas de la compra más caras de España. Al final, o independientes o totalmente vasallos de Madrid. Que se haga también una consulta sobre esto en Canarias, igual a la que quieren hacer los catalanes o similar al referéndum que se celebra hoy en Escocia. Puestos a convocar una consulta, por ahí, y no por el petróleo, habría que empezar.

Ya es hora de que sepamos a qué atenernos porque nada es tan pernicioso para el futuro de las personas y de los pueblos como la incertidumbre. Hay que tomar decisiones pese a que puedan ser erróneas. Un error es subsanable. Es la inacción, el aplatanamiento, la narcosis de siempre lo que nos está arruinando como pueblo. Nos falta valentía para exigirles a nuestros políticos, de forma pacífica pero rotunda, que hagan lo que no se atreven a hacer por servilismo, comodidad, intereses personales o ineptitud. Que no tengamos que seguir escribiendo lo mismo una y otra vez. Esto cansa y desanima.

No queremos pensar que somos una colonia, pero hay cientos de miles de canarios que viven peor que los colonos de antaño por culpa de la crisis. Y encima algunos siguen poniendo palos en las ruedas de una incipiente recuperación. Para llorar a lágrima viva.