1.- Yo conocí al padre Salvador Sierra Muriel (OFM) en el periódico La Tarde, en la noche de los tiempos. Vivía don Víctor Zurita, a cuyas órdenes trabajé; y el subdirector del vespertino era Alfonso García-Ramos. La época fue inolvidable. El padre Salvador iba por allí a dejar el comentario sobre el Evangelio del domingo, en el que solía escribir auténticos disparates. Casi nunca teníamos una perra, sino que le hacíamos vales a Inocencio, pero aquel día Inocencio Martín no estaba en su puesto de trabajo -y era raro, porque siempre estaba-. Y los cuatro, el padre Sierra, Alfonso, Eliseo Izquierdo, a la sazón redactor de La Tarde y jefe de Telégrafos de La Laguna, y un servidor teníamos ganas de mandarnos un vaso de vino y unos tollos en "El Puntero". Todas las miradas se dirigieron al fraile, que era un tipo de recursos, pero el padre Sierra se volteó los forros de los bolsillos y de allí no salió ni una moneda. Estábamos pelados.

2.- En esto que venía de arriba, por la calle de Viera y Clavijo, Mantecón, el de los cuadros, que regentaba una galería por los alrededores. "Estamos salvados", dijo el franciscano con la cara iluminada. Aborda el padre Sierra al incauto y, con voz grave, le dice: "Mantecón, hijo mío, que este año no me has comprado el almanaque de San Francisco; son veinte duros". Soltó los veinte duros el buen hombre y el cura, triunfante, nos da un grito a Eliseo, Alfonso y a mí, situados, expectantes, en la puerta de La Tarde: "¡Vamos pal Puntero, coño, que hay perras!".

3.- Sostenía Alfonso que el padre Sierra no era fraile sino que, de legionario, entró con las tropas de Franco en Madrid y le robó la cédula a un cura muerto. Esto es totalmente apócrifo, aunque es verdad que el religioso había sido legionario. Era tan entrañable que un día acertó a recalar por el convento el padre provincial. Le abrió un hermano lego viejito, que hacía de portero. "¿Dónde están los frailes?", preguntó el provincial. "Comiendo, reverendo padre". "¿Y dónde, si aquí no hay nadie?". El provincial le apretó. "¡Dígamelo, hermano!". "Reverendo padre, los frailes comen todos los días en el restaurante "El Sotomayor". Calentura terrible del provincial que de inmediato destituyó al padre Salvador como superior y no lo condenó a galeras de puro milagro.

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