Decía yo hace unas semanas en una de mis colaboraciones que el tema del turismo es uno de los más socorridos para los que nos dedicamos a esta tarea. Sobre todo en verano, cuando parece que la vida diaria se relaja un poco y pretendemos -al menos lo pretendemos- dejar atrás las preocupaciones que nos condicionan. En todos lo medios audiovisuales se continúan tratando los asuntos habituales, no solo en las noticias sino también en las entrevistas y tertulias a las que por lo visto somos tan aficionados los españoles. Hace unos años se hablaba de las serpientes de verano para recabar la atención de los ciudadanos, mas en la actualidad es tan machacona la insistencia que se está produciendo cierto alejamiento por parte de la sociedad cuando se tratan una y otra vez los mismos problemas.

Teniendo en cuenta lo anterior, de verdad que me cuesta un poco divagar sobre algo que muchos expertos abordan con mayor autoridad. No obstante, siempre he defendido en mis colaboraciones que cada uno debe exponer sus puntos de vista en los foros apropiados, aunque, eso sí, sin dejarse llevar por los apasionamientos y teniendo conocimiento del tema en cuestión.

En esa línea, aprovechando unos días de vacaciones en este Médano de mis amores, se me ha ocurrido pensar en ese estatus que, según tengo entendido y puedo estar equivocado, Santa cruz no posee, o sea el de "municipio turístico". El ayuntamiento chicharrero se ha sacado de la manga esos "domingos de compra" para activar el comercio, y el gobierno central también ha dictado las leyes convenientes para que el que quiera abra las puertas de su establecimiento cuando le apetezca, pero ese clima "aperturista" no ha calado todavía en los propietarios de nuestros comercios. Son disculpas usuales el coste del personal; el modo de ser de los canarios -el buen clima nos hace emigrar hacia las playas o los montes en cuanto se nos presenta la ocasión, y no en ir de compras-; el poco atractivo que ofrece Santa Cruz a los que la visitan -mejor dicho, a los que no la visitan-, etc. Y es este último punto el que quería abordar en esta ocasión.

Repito que estoy pasando unos días en El Médano, y esto ha hecho que me interesase por las posibilidades que el Sur ofrece al turista. Hay parques de atracciones de diversas clases, excursiones terrestres y marítimas, visitas a lugares de ensueño en los que se trata al turista con la mayor deferencia -a veces no-, recorridos en los que se puede apreciar la idiosincrasia isleña en la elaboración de los productos típicos, etc.; la oferta es tan variable que en diez o quince días los turistas -que vienen a gozar del sol de la isla- no tienen tiempo de "apuntarse" a todas. En el Puerto de la Cruz, con menor pujanza que antaño, el panorama es más o menos el mismo, y será mayor cuando se construya el tan cacareado parque marítimo. Su cercanía al Teide y al Drago permite a los turistas que lo visitan una variada oferta de actividades.

Y Santa Cruz, ¿qué puede ofrecer? En eso se han centrado mis divagaciones "medaneras", con un resultado que me ha dejado descorazonado, pues he tenido que convencerme de que la oferta es escasa y poco atractiva. Tenemos museos que vale la pena visitar, parques y paseos que llaman la atención por su frondosidad y variedad de plantas, unos castillos en ruinas que a nadie resultan atractivos, y poco más. ¿O es que visitar el mercado de Nuestra Señora de África o El Corte Inglés, pueden considerarse motivos suficientes para que nuestros visitantes del sur y norte de la isla se desplacen a conocer la capital? Creo sinceramente que no, o al menos yo no me desplazaría, ya que lo que pueden ver en Santa Cruz lo tienen en sus países de origen. Nuestra ciudad necesita algo que ahora no posee para ser ciudad turística, algo que atraiga la atención de nuestros visitantes, algo, en definitiva, que permita a las agencias de viajes ofrecerle a sus clientes otra opción que no sea dejarlos en la plaza de España para que callejeen sin ton ni son, advirtiéndoles, eso sí, de que pueden almorzar en tal o cual sitio y que tienen que estar de regreso a las cinco de la tarde. No, ese no es el camino, ni lo es tampoco vivir de lo que nos dejan los cruceristas. Debe de haber otras vías.