Sería interesante saber cuántos de quienes durante estos días se han burlado hasta el escarnio de Ana Botella tienen la misma preparación que ella. Cuántos, por ejemplo, han cursado una carrera universitaria curso por curso y cuántos han aprobado unas oposiciones para ocupar un puesto de funcionario de primer nivel con veinte y pocos años. Cuántos dominan perfectamente el inglés no ya solo para hablarlo en privado, como Aznar el catalán, sino para plantarse sin hacer el ridículo ante un centenar de miembros del COI, más otros tantos delegados de Turquía, igual número de nipones y las audiencias televisivas de tres países afectados directamente por la elección, amén de los ciudadanos de otras naciones que, aun sin ser candidatas a celebrar unos Juegos, seguían con atención lo que estaba ocurriendo en Buenos Aires.

No voy a defender a Ana Botella como política. La hoy alcaldesa de Madrid culpó a Zapatero de que esa ciudad perdiese las Olimpiadas de 2012. "Es que si uno no se levanta cuando pasa la bandera americana...", se lamentó refiriéndose a quien todos sabemos. Volvió a hacer lo mismo tras la derrota de 2016, cuando cargó la responsabilidad del fracaso en la desastrosa política internacional del Gobierno socialista. Ana Botella forma parte del ala más rancia del PP; del subconjunto de ese partido responsable de que la derecha española siga a muchísima distancia del moderno centro-derecha europeo. Pero quienes se están mofando de ella inhumanamente no son mejores. u caso me recuerda la burla despiadada que sufrió una edil santacrucera a manos de Guillermo Guigou; otro "prócer" de la política chicharrera que, ayudado por el Dandi de la calle del Castillo, lleva años intentando cerrar la refinería y dejar a la capital -a toda la Isla- sin otro millar de puestos de trabajo entre empleos directos e indirectos. Un logro que está a punto de conseguir. La concejala vilipendiada, cuyo nombre omito por respeto a sus familiares y a su memoria, me agradeció que la defendiese de este ultraje mientras me contaba, con los ojos llenos de lágrimas, que no era capaz ni de salir a la calle debido a lo mucho que la habían avergonzado. Me hago cargo de lo que debe estar pasando Ana Botella.

Los unos y los otros, a cual peor. La penosa imagen como país no la dimos en la presentación de la candidatura. Ahí estuvimos más o menos a la altura. La patética imagen la estamos dando después al evidenciar que formamos una sociedad cainita. Eso, desde siempre. Pero hay límites que no deberíamos haber cruzado para no degradarnos más ante Europa y ante todo el mundo.

Además, ¿qué importa si la alcaldesa de Madrid no pronuncia correctamente el inglés? Posiblemente su inglés sea muchísimo mejor que el español del alcalde de Londres; que el español de millones de ingleses muchísimo más incapacitados para aprender idiomas que los españoles, aunque suficientemente habilidosos -lo dije el otro día- para cargarnos con la ignorancia congénita al respecto. En realidad, la única diferencia entre ellos y nosotros es que nosotros vivimos en un país de hijos de puta mientras que ellos solo son hijos de la Gran Bretaña.

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