Nos dicen -lo adelantábamos hace unos días- que empiezan a encenderse las alarmas en Coalición Canaria ante un más que posible desastre en las elecciones de 2015. o será porque no lo hayamos advertido en numerosas ocasiones. Es algo que lamentamos porque siempre hemos apostado por este partido. Siempre pensamos que CC llevaría a estas Islas primero a las mayores cotas de autogobierno que permite la Constitución española y luego, agotada la vía constitucional, sus dirigentes darían el paso de exigir la independencia, como lo están haciendo actualmente los líderes nacionalistas de Cataluña y Vasconia. A día de hoy no se concibe que territorios como Euskadi o Cataluña sigan formando parte de España porque, al igual que Canarias, esas naciones no son España ni son de España. Fueron invadidas en el pasado, como sucedió con nuestro Archipiélago, por las tropas castellanas. Es hora de enmendar una injusticia histórica. Abundaremos en este asunto en nuestro editorial del próximo domingo.

El caso de Canarias es aún más lacerante que el de otras naciones hoy ocupadas por España. Cataluña, el País Vasco o Galicia forman parte de la Península ibérica. En cambio, nosotros estamos a 1.400 kilómetros de la Península y a 2.000 de la capital de la Metrópoli. Solo por esas condiciones de situación geográfica es un disparate seguir formando parte de un país que, para más inri, está en otro continente. Por eso se impone exigir la independencia. Se impone constituir cuanto antes una comisión bilateral para el traspaso de poderes.

¿Cuántas veces dijimos que Paulino Rivero era la persona adecuada para conducir ese proceso desde el lado canario? Muchas. o nos importa reconocerlo porque es la verdad. Sin embargo, apenas llegó al cargo de presidente del Gobierno autonómico, Rivero empezó a flaquear. Al principio pensamos que actuaba así por la prudencia que le imponía su puesto. Pronto nos dimos cuenta de que esa apatía suya en realidad no era tal; estábamos ante un gravísimo caso de incapacidad política. Día a día a lo largo de los últimos seis años -los que lleva Rivero al frente de la comunidad autónoma- se ha visto con total claridad que este hombre es políticamente inepto para resolver los problemas de estas Islas. Las cifras de paro, el porcentaje de la población que debe ser alimentada porque carece de recursos para comer, la emigración o las largas listas de espera para recibir atención sanitaria especializada son pruebas elocuentes de cuanto decimos.

Más aún: Rivero y sus secuaces políticos no solo le han fallado a los canarios como gestores. También han traicionado ideológicamente a quienes confiaron en ellos, incluidos nosotros. o nos cansaremos de repetir que el objetivo final de un partido nacionalista es conseguir la soberanía de su territorio. De no ser así, ese partido será cualquier otra cosa, pero no nacionalista.

Con estos ingredientes a nadie le puede extrañar el rechazo generalizado entre los isleños que está sufriendo Coalición Canaria. Peor será de aquí a 2015, porque la gente cada vez está más cansada de las mentiras y las falsas promesas de Rivero y sus secuaces políticos. La gente ya no traga la corrupción, que no decrece sino que aumenta. La gente no quiere seguir pasando hambre ni teniendo que emigrar como hicieron sus abuelos. Y, sobre todo, la gente está cansada, muy cansada, de que nuestros recursos alimenten a los hijos de los españoles mientras que muchos de los suyos van cada mañana a la escuela sin haber desayunado. El castigo en las urnas a CC se ve venir.

La solución ya la hemos dicho: los patriotas, los auténticos nacionalistas de ese partido, deben prescindir de Paulino Rivero, de Ángela Mena y de toda la camarilla de esta pareja nefasta en su acción política y declarar que conseguir la independencia de Canarias es un objetivo irrenunciable. Los responsables de CC deben elegir entre esta opción o la desaparición del partido. ¿Qué es eso de que Rivero debe irse por la puerta grande? Después de lo que ha hecho, después de tantas tropelías como las que ha cometido, lo propio es que se marche a escondidas y por la puerta de atrás, no vaya a ser que se produzca una violenta reacción popular. Algo, lo repetimos, que no deseamos pero que también se ve venir.