A principios de mes conocíamos las cifras del paro del mes de junio y aunque es cierto que todavía queda mucho camino por recorrer, estos datos vuelven a reafirmar que las políticas llevadas a cabo por el Gobierno de España son las adecuadas y que las reformas que se están realizando están produciendo efectos positivos, gracias también al esfuerzo que están realizando todos los españoles.

Sabemos y somos conscientes de que con temas como el empleo no podemos ser triunfalistas mientras haya una sola persona que vea sus proyectos vitales frustrados, pero debemos ser positivos aunque con los pies sobre la tierra; tenemos la obligación de transmitir una actitud positiva como señal de que se hacen las cosas y se toman decisiones con sentido común y con el único objetivo de que los españoles se sobrepongan a estos años de incertidumbre que nos ha tocado vivir.

Decía Aldous Huxley, novelista, ensayista, crítico y poeta inglés, que la experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede. Y el refranero popular dice que no hay mal que por bien no venga. Ambas frases tienen algo en común y es que tratan de ver el lado positivo a las dificultades e incluso aprender de ellas. Esta cualidad que desarrollan algunas personas recibe el nombre de resiliencia, y precisamente de esto quiero hablarles hoy.

No es la primera vez que diserto sobre este tema pero, en ocasiones, hay circunstancias que los pone de rabiosa actualidad. Y es que, nos guste o no, todos hemos tenido que pasar por algún tipo de adversidad en cualquier ámbito y faceta de nuestra vida. Es ahí, ante estos contratiempos que puedan ocurrir (tanto naturales como provocados por el hombre), donde tenemos que ser capaces de resistir y sobreponernos. ¿La clave? La actitud positiva. Esto se traduce en la habilidad de crecer, madurar e incrementar la competencia de cara a circunstancias adversas de la vida, superarlas y salir de ellas fortalecido e incluso transformado, como bien definió K.Gordon en 1996.

En eso consiste la resiliencia, en la capacidad de las personas para sobreponerse a periodos de dolor emocional y traumas. En este sentido, todos estamos expuestos a este tipo de adversidades, nadie se libra de las desgracias porque el azar juega y mueve fichas por nosotros, nos guste o no.

La sicología positiva habla de la resiliencia como la entereza que va más allá de la resistencia y en donde se establecen unas etapas: equilibrio que enfrenta a la tensión, el compromiso y el desafío, la superación, la significación y la valoración, la positividad de sí mismo, la responsabilidad de sí mismo y, por último, la creatividad. A pesar de los acontecimientos, por muy malos que esto sean, nos permite una proyección de futuro en donde compromiso, control y reto van de la mano.

Compromiso, control y reto que algunos utilizamos de forma positiva para aportar nuestro grano de arena a las circunstancias que nos ha tocado vivir y que se contrapone con el empeño de otros en amargar a sus semejantes quizá por algún complejo de inferioridad, porque no son capaces de realizar sus propios proyectos o simplemente porque no conocen otra forma de vivir.

Este tipo de personas, que utilizan las algaradas como único medio para lograr sus fines, también nos las podemos encontrar en cualquier ámbito de nuestra vida y ante ellas debemos tener una clara resiliencia. Sólo así saldremos fortalecidos y con una actitud positiva. Esto último es muy importante porque será una herramienta clave para seguir adelante con nuestra vida.

Con esto, queremos decir que la resiliencia permite que cada persona influya en lo que le pueda suceder, modificando con ello su propio destino. Lo interesante, en este caso, es saber que la fragilidad de todo siempre será menor cuanto mayor sea la resiliencia. Por eso, los animo a ponerla en práctica porque será una buena manera de construir desde la adversidad y aprender de las dificultades y así seremos capaces de ver el lado positivo de todo lo que nos ocurre.

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